2014 – 2018

La atención de los colombianos durante el 2013 se concentrará, además de los temas cotidianos y de coyuntura, en el desarrollo de las conversaciones en La Habana, la salud de la economía y su impacto sobre el empleo, y en el proceso que culminará con la elección del nuevo Congreso y el Presidente de la República para el siguiente período.

En relación con lo primero, si no hay resultados concretos que le den alguna credibilidad al esfuerzo que se está haciendo, el escepticismo, que ya hoy es bastante alto, seguirá creciendo, hasta convertirse en una presión al Gobierno para que le ponga fin a los diálogos.

Así ha sido siempre en el pasado y no hay razón alguna para suponer que puede ser distinto en esta ocasión.

Sobre el estado de la economía, es evidente que los datos del último trimestre prendieron las alarmas, debido a la significativa caída que se registró con respecto al mismo período del año pasado y a la tendencia preocupante que muestran varios sectores a lo largo del año.

No hay porqué callar que esa situación se veía venir. Las dificultades de las principales economías del mundo, al igual que el comportamiento preocupante de distintas actividades internas, hacían prever lo que por estos días se ha anunciado con sorpresa y preocupación.

Quizás se procedió con excesiva confianza en nuestra capacidad de resistir la fuerza de los acontecimientos externos y no se actuó en el momento oportuno.

Pero, sea lo que sea, el año que viene estos temas estarán en el corazón de la discusión pública en Colombia.

Y el otro plato fuerte será el proceso electoral, toda vez que durante el 2013 se avanzará hacia las definiciones que se tomarán en el 2014.

Muchos dirán que lo que va a tener lugar será solamente otro episodio de la historia política del país. Quienes piensen de esa manera tienen razón, solo parcialmente, puesto que la campaña que se avecina tendrá unas características muy especiales.

Si el presidente Santos no aspira a la reelección, jamás se sabrá cuántos votos tiene en realidad, habida cuenta de que en el 2010 la gente sufragó para darle continuidad a la política de seguridad democrática del expresidente Uribe, es decir, que depositó su voto por éste último.

Y en la hipótesis de que decida lanzarse a buscar el favor de los colombianos, deberá enfrentar una formidable fuerza  de oposición encabezada por el expresidente a quien le debe su elección. Dicha fuerza tendrá listas al Congreso y candidato a la presidencia. Pero las cosas no paran ahí. Es muy posible que el propio expresidente Álvaro Uribe encabece la lista al Senado, en cuyo caso estaríamos de cara a un proceso que no tiene antecedentes en nuestra historia.

Por otra parte, el clima que se generará alrededor de tal hecho inédito, creará las condiciones para el surgimiento de una opción presidencial identificada con la seguridad para la paz, la inversión para el empleo y la cohesión para la equidad social.

La mencionada identificación, lo mismo que los altos niveles de adhesión que recibió esa política durante largos años,  y la presencia de su inspirador y ejecutor en la campaña, le darán al candidato que, finalmente, represente al centro democrático una viabilidad que hoy muchos interesados, equivocadamente, se empeñan en desconocer, apegados a la tradición del poder presidencial.

Hoy las cosas son distintas y, con miras al período 2014-2018, no ha sucedido nada todavía. Todo está por pasar, y es bueno tener presente que entre más claras sean los opciones que se le ofrezcan a los ciudadanos mejor será para  la democracia colombiana.

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