Asesinolandia

Colombia debe ser, sin duda alguna, el país más peligroso del mundo para ser niño. Un lugar en el que las estadísticas de niños maltratados, asesinados, desaparecidos, reclutados forzosamente, o usados sin escrúpulo alguno en la mendicidad, la prostitución, la delincuencia y hasta en la falsa caridad del trabajo infantil, son francamente aterradoras.

Cualquier persona, medio sana mentalmente, pensaría que todos esos peligros que viven los niños en Colombia, ocurren lejos de su hogar, donde gozan de la protección natural de sus padres. Pues no. Algunas madres y padres son los peores enemigos de sus niños. Hace apenas un par de semanas la noticia era la de una madre que matóa su hija a golpes y antes lo era un padrastro que hizo lo propio y hace pocos años, el de un padre que secuestró y luego hizo asesinar a su hijo, al tiempo que ponía cara de tragedia en las concentraciones que se hacían para rezar por el regreso del pequeño.

En Colombia si un niño logra sobrevivir a sus mayores, a las madrugadas salvajes para que lo recoja la ruta escolar o a los peligros de la calle, puede terminar siendo usado por los enemigos de sus padres para consumar venganzas o amenazas, como acaba de ocurrir en la vereda El Cóndor en jurisdicción de Florencia (Caquetá).

La familia Vanegas Grimaldo que llegó desplazada desde el interior del departamento del Caquetá para asentarse en un pequeño terreno, hasta donde los persiguió la misma violencia de la que estaban huyendo, simboliza la historia sangrienta que les ha tocado vivir a muchos en este país.

La tenencia de la tierra está detrás de su tragedia. Los sacaron de su pedazo de tierra en otro municipio del Caquetá y ahora los quieren sacar de su pequeña parcela. Una muerte anunciada, según lo han indicado los reportes de las mismas autoridades que ahora, cuando han asesinado a sangre fría a 4 niños, de pronto recuerdan que sí, que el padre cabeza de familia había denunciado hostigamientos y ataques previos en su contra. Pura negligencia criminal de funcionarios públicos indolentes.

Más allá de la indolencia criminal de las autoridades aterra ver lo poco que hemos avanzado en materia de humanidad en este país. Qué clase de psicópata hay que ser para ordenarles a unos sicarios que vayan hasta una vivienda a matar a 5 niños (uno se salvó). Peor aún, ¿con qué tipo de pena pueden pagar un crimen de semejante bajeza los asesinos que tuvieron la sangre fría de ir hasta ese lugar, acostar a los niños en el piso y dispararles en la cabeza, uno a uno?

Psicópatas de esos mismos que aparecen en todas las crónicas de paramilitarismo que se han conocido por las confesiones en Justicia y Paz, o de los mismos que desde la otra orilla reclutan y fusilan niños por “desertores”, o de los que en la violencia de los 50 se inventaron tantas y tan crueles formas de matar niños, madres, adultos y ancianos, que aún hoy es actual el título del libro que escribieron sobre ese tema: Lo que el Cielo no Perdona.

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