Aquí sigue faltando algo

El Presidente dice que es una rosa llena de espinas lo que en mi opinión es una trampa navideña. Una caja vacía, envuelta en papel de regalo.

Marrulleritos y trampositos como siempre han sido, quizás por pertenecer a la escuela de su guía espiritual y político, ‘Manuel Marulanda Vélez’, alias ‘Tirofijo’, cuya personalidad copaba ambos calificativos, las Farc por fin pidieron su primer perdón utilizando la expresión “ojalá seamos perdonados”. ¡Aleluya!

Fue ante los representantes de los habitantes de Bojayá que perdieron a 79 de los suyos, 47 de ellos niños, el 2 de mayo del 2002. Las Farc lanzaron sobre la iglesia en la cual se refugiaban un cilindro bomba.

En los casos de anteriores víctimas enviadas a La Habana, por lo menos que sepamos, no ha habido ninguna petición de perdón como esta. Solo el jueguito, que entre otros utilizaron en el caso de Constanza Turbay, a quien le masacraron a todo su clan familiar, consistente en que, sin pedirle realmente perdón, la obligaron en un corredor, durante un encuentro casual, a contentarse con la explicación de que se había tratado de un error, que qué pena.

Para los de Bojayá, las palabras de ‘Catatumbo’ fueron hasta bonitas: “Nos duele hondamente el fatal desenlace. Reconocemos el hecho y expresamos nuestra desolación y pesar a las víctimas, a sus familiares, a sus vecinos y amigos”.

Pero ¿cómo hacemos para que entiendan que pedir perdón no es lo mismo que justificarse bajo una equivocación? Porque en su mensaje, ‘Catatumbo’ también desliza su ‘teoría del error’, al admitir que esa devastadora masacre de Bojayá se produjo porque “hubo un momento fatal en el que el ‘desvío’ de un proyectil de fabricación artesanal dirigido contra los paramilitares provocó la desgracia”. No. La masacre de Bojayá se produjo porque las Farc entraron a un pueblo de civiles armados de cilindros bomba. Que fallara la puntería era una de las posibles consecuencias de semejante acto de hostilidad.

Por eso, a los perdones de las Farc les quedan faltando varios elementos. Uno, aceptar de una vez por todas que toda esa chorrera de muertos de 50 años de guerra no fue producto del ‘desvío’ de sus proyectiles, bombas y ‘tatucos’, sino de una decisión consciente de tumbar al Gobierno mediante una campaña sistemática de asesinatos, secuestros, reclutamiento de niños, sembrado de minas, extorsiones y atentados contra torres de luz, acueductos y tubos de petróleo.

El otro elemento que falta es que, cuando uno pide perdón, para que sea de verdad, debe llevar en el alma el propósito de enmienda; de no repetir la conducta que tanto lo acongoja y por la cual pide ser perdonado. Por lo tanto, es inaceptable que, mientras las Farc dizque andan pidiéndoles perdón a sus víctimas en La Habana, en el resto del país sigan produciendo víctimas por montones. Eso es totalmente incongruente.

Dirán que por eso proponen un cese unilateral indefinido del fuego. Que es lo que yo llamo una trampa navideña. Y que el Presidente compara con una rosa llena de espinas. No había sino que leer el segundo renglón del regalo navideño de las Farc, es decir, su letra menuda, para comprender que estaba atado a que el Ejército cancelara sus acciones militares de protección de los colombianos, pues “si una sola de nuestras estructuras guerrilleras es objeto de ataques por parte de la Fuerza Pública, se romperá la tregua”. Y añado yo: caso en el cual solo habría un culpable, el Estado.

Que esto consista en una tregua bilateral impuesta unilateralmente por las Farc al Gobierno, y que encima nos monten la veeduría internacional de Unasur, es decir, que Ernesto Samper, Piedad Córdoba y Nicolás Maduro sean los encargados de conceptuar si el Estado colombiano tiene o no permiso de actuar para no tirarse la tregua navideña de las Farc, es inadmisible.

Aquí no podrá haber cese bilateral del fuego hasta que las Farc acepten confinarse en uno o unos pocos lugares del territorio, como en su momento hizo el M-19.

Hasta tanto, el Ejército no puede, ni debe, parar.

Entre tanto… Feliz Navidad a todos y recordemos: uno es más feliz dando que recibiendo.

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