Cumploimiento

La carta que el presidente Juan Manuel Santos dirigió por estos días al expresidente Álvaro Uribe, es el más fiel retrato de su mezquina personalidad.

Haberla hecho pública desde la Casa de Nariño, antes de hacerla llegar a su destinatario, es muestra de que la fingida y ponzoñosa misiva no fue más que otra sucia jugada, cuyo propósito primordial fue el de dejar constancia ante el país y el mundo, de que el expresidenteÁlvaro Uribe y el grupo de oposición que él lidera, sí fueron invitados a participar de su gesta por la paz.

Invitación de cumploimiento, de esas que se hacen cuando de antemano se tiene la certeza de que el invitado no va a asistir.

Porque la respuesta del expresidente Uribe era más que obvia. Todos sabemos que ha sido contradictor de la política de Santos y, muy particularmente, de lo relacionado con el proceso de paz de La Habana, puesto que lleva años exponiendo, a lo largo y ancho del territorio nacional, de manera argumentada todos los inconvenientes de lo que han pactado, y ofreciendo propuestas que podrían contribuir para sacar adelante un acuerdo de paz digno para el país.

Además, porque si hay alguien que conoce al desleal sobachaquetas, que para conseguir la presidencia se hizo pasar como el más uribista de los uribistas, es el expresidente. No hay duda de que si no hubiese sido porque se sirvió de su prestigio político, Santos no hubiera llegado, como dijo el senador Robledo, ni a alcalde de ciudad de hierro. Y de la tramposa reelección mejor ni hablar.

La extensa y zalamera epístola fue, igualmente, otro de esos shows mediáticos que el presidente suele montar para engañar a la opinión pública, una estrategia para crear impacto publicitario.

Un nuevo intento para tratar de subir el aporreado índice de popularidad del presidente (Yanhaas 16 % semana anterior), que ni con anticipadas y ruidosas celebraciones del acuerdo de paz, ha conseguido levantar.

Fue toda una puesta en escena, en esquela de fino papel y con membrete en letras doradas, para presentar a Juan Manuel el Grande, ese hombre tierno que habla “desde el fondo de su corazón”, el hombre humilde y magnánimo. Juan Manuel el pacificador nato, ese que es capaz de invitar al “rufián de esquina”, al “paraco” que “hace resistencia civil igual a Carlos Castaño”, para que con su “indiscutible liderazgo”, “ayude” a construir la paz de Colombia. Sí, a construir ese engendro que está a escasos días de inaugurar.

De paso, dejar por los suelos la imagen del expresidente y senador, haciéndole creer a la opinión pública que su rechazo al proceso de paz, se limita a un asunto de vanidad, de ego y de problemas personales con el presidente.

Vergüenza que los enmermelados medios que estuvieron prestos a publicar la carta decumploimiento, solo se ocuparan de resaltar “el lenguaje conciliador”, del señor Santos, como cuando afirmó estar hablando desde “el corazón”, o cuando le “reconoció estar orgulloso de los resultados que obtuvimos en la consolidación de la seguridad democrática”.

Sobre todo, esa seguridad en la que solamente trabajó dos años y medio y abandonó tan pronto como consiguió su objetivo: la presidencia.

Triste papel que están desempeñando los medios en este trascendental momento, cuando lo que está en serio peligro es nuestra democracia republicana.

“A veces llegan cartas…”, cartas de cumploimiento.

¡Al plebiscito voto: NO!.

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