De W. Churchill a Nicolás Maduro

Se cumplieron ayer 50 años de la muerte del estadista británico Winston Churchill. Historiador y escritor con un gran poder de oratoria. Líder indispensable de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, se resistió a la rendición ante Adolfo Hitler y el ejército alemán. Más que bien informado, un hombre inteligente.

Aunque como comandante militar cometió graves errores en sus inicios, que estuvieron a punto de llevarlo a la degradación, con el tiempo se convertiría en fuente de inspiración y de valor de sus tropas, incluso con visitas arriesgadas a los frentes de batalla. Convirtió la necesidad de la guerra contra los nazis en una posterior base de paz y estabilidad para Europa.

Miles de seguidores lo acompañaron a la tumba el 27 de enero de 1965, tres días después de su muerte, en una ceremonia de honores póstumos como pocas han recibido otros líderes políticos mundiales. De sus valores de humanista quedan frases demoledoras: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.

Como vivimos de consumir la realidad (y de ella la historia pasada y presente) y las ejecutorias de sus personajes, da grima ver y escuchar que Latinoamérica tenga hoy un par de presidentes que nos apenan cuando abren la boca. Sus galimatías en público nos desconciertan, nos confunden con sobrados méritos. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, parece que ha decidido tomar la delantera y ya les saca ventaja notoria a Evo Morales y a Daniel Ortega.

Esta semana, Maduro volvió a regalarnos otro par de reflexiones de antología:

“Hay un pueblo informado, muy bien informado. Cometamos errores informando al pueblo, no al revés”. Una sentencia que aún estamos tratando de entender, porque además si algo hay hoy en Venezuela es una sociedad desinformada, censurada.

Pero, insatisfecho, agregó:

“Sería como dijo alguien por allá, un autosuicidio (¡¡¡¿?!!!) colectivo de la economía del país. Tenemos que proteger, tenemos que llevar la economía con la mayor responsabilidad, prudencia, y proteger con todo lo que podamos… sobre todo porque los dólares de la República, los produce… la República”.

Esta oratoria pedregosa de Maduro nos recuerda la de algunos dictadores burdos de nuestra historia, a los que creíamos extintos. Pero vaya reencarnación nos ha tocado.

Aunque démosle a Maduro el beneficio de la duda. Tal vez sus apuntes sean las provocaciones de quien busca aparecer como un lego, pero que es un populista malicioso. Y como nos da para juzgar tan ácidamente su prosa, pensemos que él se refugia en una frase de Churchill: “Quien habla mal de mí a mis espaldas mi culo contempla”.

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