El ‘conócete a ti mismo’ frente a las preguntas del procurador

El aforismo griego “Conócete a ti mismo” tallado en el vestíbulo del Templo de Apolo se refería al ideal de comprender la conducta humana ante la verdad que nos muestra lo que es. Saber lo que somos descubre nuestras virtudes y miserias, cómo nos engañamos y mentimos frente a nuestras carencias y defectos para aprender a mantener la prudencia de la lengua que no es sino una sana y permanente autocrítica. Y ese conocimiento propio que creemos manejar no se puede desligar del que los otros tienen de nosotros. Esa confrontación de conocimientos crea, de manera natural, una fricción mecánica que nos lleva a la energía del conflicto, la resistencia, el deseo de controlar, o a la sabiduría de superarlo todo.

Sin embargo, pareciera que el trajín político del Presidente Santos lo ha llevado al escenario imposible de querer hacer política sin que haya fricción, conflicto, lucha, puesta esa actitud de manifiesto frente a las preguntas legítimas del Procurador y las críticas al proceso de paz que nos afecta a todos.

¿Cómo podría Santos lograr el milagro de dejar de ser tan infantil y peligrosamente quisquilloso? Mediante el profundo conocimiento consciente e inconsciente de sí mismo, como el requisito indispensable de un estadista para no generar la fricción indeseable que desorienta al país. Si supiera por qué y cómo reacciona frente a los desafíos del ejercicio político quizá podría llegar a ser el estadista que es capaz de llevar a cabo la acción necesaria sin el apego al resultado glorioso o trágico para sí mismo. Sería el estadista que comprende lo que hace; aquel cuya verdadera naturaleza se identifica con el bien de su país. Y no importa cuáles pudieran ser sus limitaciones personales, la gente lo percibiría. Cuando esto ocurre la política de estado que se encarna en el dirigente, se vuelve real, efectiva, deja de ser una abstracción. Ese líder es capaz de afrontar los desafíos de su cargo porque comprenderá entonces, en profundidad, de manera serena, los numerosos intríngulis de una pregunta que no se puede evadir. Pero la gente no ve nada de eso en Santos porque no lo tiene.

Así que no nos engañemos. Conocernos a nosotros mismos en el ejercicio político del Siglo XXI, y pasar a la historia como un estadista impecable, requiere una metodología muy diferente al búdico mirarnos el ombligo, el voltear para el otro lado, repartir mermelada, o hacerse el dictadorzuelo.

¿Cómo me conozco en el Siglo XXI como político de calidad? Puedo observarme, y así conocerme, sólo cuando respondo y reacciono, de manera genuina, en la relación política y personal; no existe el aislamiento de ‘cerrar un capítulo’ como una lectura antes de irse a dormir. En el estadista inmaduro el Palacio de Nariño, las estructuras jerarquizadas, la delegación infinita, pueden convertirse en un engaño para el país y el mandatario; esas estructuras pueden convertirse en la extensión de una mente afligida que se aísla permanentemente en todas sus actividades, edificando un muro en torno de sí para no ser lastimada, no tener ninguna molestia, infelicidad o inquietud, de acuerdo con las expectativas de ‘un niño bien’ que se retrae todo el tiempo en su actividad egocéntrica. Tristemente la posición que nos facilita todo eso es la trampa mortal del poder, vestido de elegancia petulante o de despeluque desaforado estilo Maduro.

Griegos, hindúes, y budistas, han dicho: “conócete a ti mismo,” pero eso es lo más difícil de hacer por lo que se aplican mágicamente, ‘sonidos sagrados’, posiciones de yoga, creencias, mitos. Así, cuando el procurador le dijo a Santos: “Serénese, Presidente”, le estaba sugiriendo, sin saberlo, un curso básico y acelerado de meditación que comienza con el ‘observarse a sí mismo’ que a la larga produce serenidad. Pero… ¿Qué sería ‘observar’ en el fuero interno del Presidente? Voy a ser paradójicamente ‘imprudente’, pero respetuoso.

¿Cómo sería ese ‘yo observador’ de Santos? Sería la memoria de su pasado, recogido, seleccionado, en el que cree sin remedio; la ‘gloria’ familiar de su ‘estirpe’, mandada a escribir o real, que lo condiciona, de acuerdo con lo cual, se dice a sí mismo: "Esto es correcto, esto es incorrecto, esto deber ser, esto no debe ser, esto es bueno, esto es malo en el ‘proceso de paz;’ esto es lo que le conviene al país.” También está lo que le dicen sus asesores, las Farc, la última lectura del Maestro británico, el amigo que le habla al oído, etc. ¿Puede Santos conocerse sin esos ‘ojos y voces’ del pasado que se proyectan en su pantalla mental, emocional y moral alrededor del proceso de paz? Una posibilidad es que se produzca la acción inefectiva debido a la duda, la confusión, la inexperiencia.

¿Cómo puede entonces conocerse a sí mismo y actuar de manera impecable, con tranquilidad de conciencia? Observándose desapegadamente mientras actúa, habla, camina, come, ‘politiquea’, miente. (Ejemplos del diálogo interior sanador: hay engaño en mí, pero no soy el engaño; hay codicia, pero no soy la codicia, etc.; es decir, reconocimiento de la falencia y acción sobre ella, pero sin comprometer la identidad profunda para mantener la cordura, la capacidad de reconocerse ‘pecador,’ y corregirse, sin perder la resiliencia mental.) Pero como se observa a través de su pasado irrenunciable , de lo que cree ser, sin tomar conciencia de ello, , llega un momento en el que la REALIDAD lo sobrepasa, se ‘cansa’ del sinsentido de observarse a través de lo que él ya sabe que es, sin arrepentirse o cambiar, se cansa de controlar, SIN OBTENER LOS RESULTADOS QUE IMAGINÓ, y entonces, escarmentado por la pedagogía de LO REAL, observa sin nombrar, sin fijar conceptos o juzgar; así la codicia del poder, el engaño, la virtud, la gloria, el fracaso, el éxito, ‘desfilan’ ante la conciencia sin producir apegos, emociones, defensas automáticas, es decir, ha ‘soltado’ los amarres limitantes que le impiden VER LA REALIDAD. Pero esa ‘liberación interior’ no lo exime de la responsabilidad por las equivocaciones cometidas. ¿Y quién o qué encarna esa realidad?

El Procurador que le plantea preguntas frente a los derechos de las víctimas, la vigencia del estado de derecho, diferentes aspectos institucionales, y las obligaciones internacionales del estado; preguntas que buscan que el Gobierno se comprometa, exija, garantice, asegure, haga responsables a los terroristas, aclare significados importantes, no engañe o manipule al pueblo colombiano, etc.; es decir, son preguntas que buscan garantizar la continuidad del Estado; no son caprichos, por lo que se nos obliga a definirnos, conocernos frente a ese reto, mediante verbos de acción que confrontan muchas situaciones incómodas que no se quieren asumir en relación con el proceso de paz, desafiando la actitud derrotista del ‘tragar sapos.’ Eso es lo que no les gusta a Santos, ni a las Farc por lo que tal voluntad de honestidad, dignidad, respeto, se la sataniza y se la considera enemiga. Pa’ los bobos ese cuento.

Ese fue el ‘Serénese’ del Procurador frente a la realidad amarga, esa es la conciencia de un verdadero estadista. ‘La santa indiferencia’ la llamaba San Ignacio de Loyola que la enunciaba así: “el hombre ha de usar de las cosas (No son solo las cosas materiales sino también las personas, las instituciones, y también los pensamientos, sentimientos, los movimientos espirituales interiores.) cuanto le ayudan y tanto debe quitarse de las cosas cuanto le impidan para el fin para el cual ha sido creado.” En contraste el Papa Francisco habló en Semana Santa de otra clase de indiferencia, la egoísta; dijo lo siguiente:

“Sin embargo, cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia. Esa actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de globalización de la indiferencia.”

Si aplicáramos entonces la regla ignaciana y la advertencia papal a la política en el contexto del proceso de paz, tendríamos una guía interesante: “El Presidente ha de usar de la Constitución, las leyes, y la sabiduría de la experiencia nacional, tanto en cuanto ayuden al país; y debe apartarse de su propio parecer cuando le impida ejercer el fin para el que fue creada la Presidencia que es garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos.” No puede por lo tanto escudarse el Presidente en la irresponsable actitud del jugador de póquer que dice: "Si al final me toca correrme, me corro, así de sencillo." La paz no es una apuesta.

Por eso el parecer de Santos frente a las 45 preguntas del Procurador es el de reducirlas a un ‘capítulo’ personal de su conveniencia política, como resultado de la plaga de la indiferencia globalizada que ahoga el respeto a las opiniones o las obligaciones constitucionales con los demás. En su falta de serenidad no ve que el llamado del Procurador es una advertencia saludable, obligada, del Ministerio Público. No afrontar Santos ese requerimiento, como se lo ha pedido el Fiscal, va contra la garantía en pro de los derechos y libertades de los colombianos que se le exige constitucionalmente como Presidente. No es un capricho de la oposición.

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