El duro año con Maduro

Desde que Nicolás Maduro llegó al poder, por voluntad de Hugo Chávez, quien lo designó como su sucesor en diciembre de 2012, antes de partir hacia Cuba a un tratamiento médico, y fue confirmado en unas elecciones ampliamente cuestionadas, la situación económica y de seguridad en Venezuela se ha agravado.

Sobre la salida a la crisis que enfrenta el país por las manifestaciones que ya duran dos meses, nadie se atreve a hacer pronósticos, salvo prever que la situación tiende a empeorar. Ya van 41 muertos desde el inicio de las protestas.

Maduro asumió el poder como presidente encargado de Venezuela el 8 de marzo de 2013, tres días después de la muerte de Chávez. Y el 14 de abril de 2013 fue elegido presidente por un margen de menos de 300 mil votos sobre su opositor Henrique Capriles, en elecciones que fueron impugnadas. El Consejo Electoral confirmó el resultado de los comicios, pero el Gobierno nunca accedió a la auditoría solicitada por la oposición. Las protestas al día siguiente de conocerse los resultados dejaron una decena de muertos y unos 80 heridos.

Inició así un mandato caracterizado por su falta de gobernabilidad, sustentado en la memoria y el legado de Hugo Chávez, quien incluso le ha dado mensajes bajo la corporeidad de un pajarito, según lo reveló el propio presidente.

Continuador de la "revolución bolivariana", que se inició en 1999, pero sin el talante de su precursor, Maduro gobierna con poderes especiales otorgados por un año para legislar por decreto y comparte su poder con el que hoy es considerado el hombre fuerte de Venezuela, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.

Mientras los indicadores empeoran, el chavismo parece consolidarse. En las pasadas elecciones de gobiernos locales, el 8 de diciembre, ganó 255 alcaldías de las 355 existentes.

Pese a la escasez de bienes primarios, la falta de divisas y una inflación anualizada del 57,3 por ciento, la más alta del mundo, Maduro se encuentra satisfecho de su lucha contra la pobreza. Asegura que el 95 por ciento de los venezolanos consume alimentos tres veces al día. Afirmación que contrasta con las filas que se observan en los supermercados y la imposición de las cartillas de racionamiento para alimentos básicos.

Por las versiones que se dan en torno a cualquier hecho, Venezuela es un país polarizado. El periodista colombiano Nelson Matta, que acompañó la caravana que llevó papel periódico a tres diarios venezolanos, desde Colombia, habla de "un gobierno de odios y amores".

Mientras la oposición denuncia la pauperización, la expropiación de empresas, el encarcelamiento y destitución de opositores políticos, el incremento en los índices de homicidios, la corrupción, la nula separación de poderes, el atropello a los derechos de los ciudadanos y la censura a la prensa, Maduro pregona la existencia de una guerra económica y de intentos de golpe "fascistas", alentados por Estados Unidos y la derecha colombiana.

En el final de este primer año, duro para Maduro y tremendamente convulso para su país, con la intervención de los cancilleres de Unasur, Gobierno y opositores se sentaron a la mesa, sin una agenda, y se repitieron reclamos y mutuas recriminaciones que no abrieron un camino de salida a la crisis.

Venezuela con Chávez dejó de ser una nación próspera y con Maduro está consiguiendo figurar en los primeros lugares del mundo en ránquines negativos, como el de la inseguridad y el de la hiperinflación.

En palabras de una periodista venezolana, consultada por un colega colombiano: "lo único que no escasea en Venezuela es el miedo".

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