El espectáculo mediático de la política

El país se mantendrá por mucho en el mar de incertidumbres en la medida que prevalezca la sistemática hostilidad política, en parte, porque sectores como el de Iván Cepeda guardan interés no tanto en contribuir a esclarecer la historia política colombiana sino en desorientar a la ya confundida opinión pública de cara a crear mitos artificiales en desprestigio de la derecha, en particular sobre el ex presidente Álvaro Uribe, y a su vez reivindicar a la izquierda heredera del legado de su padre.

Dicho esfuerzo, que se vale de la manipulación mediática, le permitirá trabajar la memoria colectiva de los colombianos con el interés de contribuir a la agenda “revolucionaria” a la que bien sirve. No por nada Hipólito Abreu, secretario de los Tupamaros Venezuela y alfil de la causa chavista, indica que el teatro de operaciones de la guerra ya no es territorial sino psicológico, se centra en la mente de los ciudadanos, pues finalmente es ahí donde se genera la verdadera hegemonía del poder.

No deja de ser histórico el “debate” que sobre la trayectoria del ex presidente Álvaro Uribe Vélez ha realizado el senador Iván Cepeda, mas cuando por vez primera se lleva a cabo en el Congreso de la República este tipo de confrontación. Pero desafortunadamente lo que se debiera hacer en justicia se hace en política.

Más allá de las discusiones políticas y jurídicas suscitadas a raíz del debate, Colombia debiera permitir darse otra discusión, el papel de los medios de comunicación y su relación con el poder político. El avance de los medios de comunicación no ha contribuido para nada al fortalecimiento de nuestra frágil democracia, por el contrario, pareciera que han contribuido a su resquebrajamiento.

Para nadie es un secreto que el cubrimiento mediático de los debates donde están de por medio ideas e ideales en temas sensibles como participación política, crecimiento económico, sanidad, seguridad social, educación y defensa nacional no son atractivos para el público colombiano, por ende, transmitirlos no despierta el más mínimo interésen los medios de comunicación. Por el contrario, los medios hicieron del debate entre Cepeda y Uribe todo un espectáculo digno de pleno despliegue en aras de satisfacer a un público ávido de camorra y confrontación.

Este hecho permite dar cuenta una vez más de la rentabilidad del periodismo amarillista sobre el periodismo investigativo, la prevalencia que le dan los medios colombianos al entretenimiento sobre la formación cívica de los ciudadanos.

En nuestra época, nos refiere Mario Vargas Llosa en la Civilización del Espectáculo, aquellos aspectos negativos de la vida política han sido magnificados a menudo de una manera exagerada e irresponsable por un periodismo amarillo con el resultado de que la opinión pública ha llegado al convencimiento de que la política es un quehacer de personas amorales, ineficientes y propensas a la corrupción. El autor remata diciendo con toda lucidez que una de las consecuencias directas de la devaluación de la política por obra de la civilización del espectáculo es el desapego a la Ley.

Acertada concepción que se acopla a lo que acontece actualmente en Colombia, en la medida que asistimos al espectáculo de una Fiscalía montealegrina que,acorde a las nuevas circunstancias, ha hecho de la investigación judicial un asunto mediático sometido periódicamente al barómetro de la opinión pública.

La justicia en Colombia ha delegado en los principales medios de comunicación la tarea de filtrar los casos que han de pasar a los estrados judiciales,así como también la recolección o desestimación de pruebas y testigos; a su vez, los medios de comunicación, urgidos de audiencia, aceptan con satisfacción tamaña responsabilidad dándole despliegue a los asuntos que a su criterio deben ser objeto de investigación y ocultando los que no deberían serlo.

Nada raro que en los próximos días los medios destapen escándalos a raíz de lo acontecido recientemente en el Congreso, filtrarán lo más importante de acuerdo a sus intereses políticos, destacarán lo más espectacular, se prestarán para el linchamiento moral de los presuntos implicados y por último la justicia procederá a investigar. Seguramente su mira estará puesta en Álvaro Uribe, centro de la opinión pública nacional.

El periodismo escandaloso es un perverso hijastro de la cultura de la libertad. Con frecuencia los reporteros abusan de la libertad de prensa y tildan de censura cualquier intento que busque abrir el debate sobre los excesos periodísticos, la manipulación mediática con intereses políticos y la explotación irresponsable de las bajas pasiones de la gente.

Los medios de comunicación colombianos, cada vez más convencidos de ser el cuarto poder, seguirán jugando un papel preponderante en la política. Nada nos permite afirmar que desistirán de seguir agitandola hostilidad, exacerbar la ruindad de la actividad política y decidirse a trabajar por fortalecer la democracia. Los periodistas deberían hacer catarsis sobre los referentes éticos que implica el ejercicio de su profesión y confrontar la crisis cultural por la que atraviesan.

El costo para los colombianos del abuso de los medios es el desprestigio de la política, el abuso de la libertad de expresión, el escepticismo frente a la justicia, el desgaste de la democracia y el desinterés de los ciudadanos por la política.

Twitter: @alvaroprezmolin

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