El negocio de La Habana

libertad de elegir entre el bien y el mal, además de la misericordia que tiene Dios disponible para quien se porta mal gracias al perdón, a la capacidad de pedir perdón por nuestros pecados. Nuestras culpas. No solamente, la capacidad del perdón, para lo cual se requiere una buena dosis de humildad, sino que, se necesita de un proceso de enmienda, de reparación, frente a la persona afectada por nuestras actitudes o comportamientos.

Si algo hace falta en el negocio de La Habana, cuyas fuentes de alta fidelidad, como decía don Arturo Abella, comentan que se convirtió en el mejor negocio de las Farc en toda su historia; teniendo en cuenta la declaración del Procurador Dr. Ordoñez “se puede convertir un gran lavado de activos con impunidad total”; si algo falta en ese proceso es, precisamente, la capacidad de ofrecer un perdón directo a las víctimas, a las verdaderas víctimas, con el fin de enmendarlas. No  solamente, ofrecer un perdón sano, humilde y sincero a las verdaderas víctimas y a la sociedad colombiana, en general, sino la reparación y la justicia.

Porque cada vez que estos señores, si se les puede llamar así, salen en los medios de comunicación para emitir un escueto y vehemente comunicado, lo que se ve es una arrogancia infinita de parte de ellos. Lo que se ve es una actitud de imposición mas no de pedir perdón a la sociedad quien sufrió en carne propia el accionar violento de las Farc.

Los niños de Iván: ¿estarían dispuestos a convertirse en esas personas de bien que tanto exige y necesita la sociedad? ¿Estarían dispuestos a pedir un perdón a la sociedad por todos los actos cometidos? ¿Cuándo será que ustedes, en un acto de contrición, de alma, de corazón, bajarán la cabeza y le dirán a la sociedad colombiana: “nos equivocamos, pedimos perdón a la sociedad colombiana y estamos dispuestos a enmendar nuestro camino”.

Entonces es válida la reflexión que planteada en la Homilía del domingo anterior: “¿Quién decide hacer el bien o el mal? Cada quien es libre de tomar esa decisión”. Dijo el humilde cura de la Iglesia de Girardot en medio de un calor infernal. “Otras personas, sin embargo, optan por tomar los malos caminos. ¿Quién toma esa decisión?”.

Mientras tanto, las esposas de los soldados y policías se quedaron esperando la invitación a La Habana. Mucho me temo, que la sociedad colombiana se tragará ese sapo envenenado a sabiendas de que se está actuando mal. Las consecuencias del negocio habanero para el futuro del país serán impredecibles.

Puntilla. Mientras tanto, Timochenko, muerto de la risa en Fuerte Tuina. ¿Si será cierto que Jms Kerensky le pidió a Maduro que le enviara un mensaje a Timochenko en la última reunión en Cartagena? Y, de mi Partido Conservador, bien gracias.

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