El tal secuestro no existe

La negación es un mecanismo de defensa en el que, según los sicólogos, cae quien se resiste a aceptar una realidad que lo afecta: la pérdida de un ser querido, la ruptura con su pareja o quedarse sin empleo. Algo así parece ocurrirle al presidente Juan Manuel Santos con las noticias que siembran espinas en el camino de pétalos de rosa que él sueña para la paz.

La demostración palmaria se dio con el secuestro y posterior liberación, por el Eln, de Salud Hernández-Mora –mi aguerrida colega en estas páginas– y los reporteros de RCN Diego D’Pablos y Carlos Melo. El domingo, enterado de la desaparición de la periodista, el Presidente no quiso saber de las grabaciones que el Ejército tenía del Eln en el Catatumbo, que indicaban que ese grupo terrorista buscaba días antes secuestrar a Salud.

Santos solo quiso creer una versión: que Salud estaba incomunicada en la zona por su trabajo periodístico. Decenas de veces el secuestro de un periodista ha comenzado así. Basta recordar el dolorosísimo caso de Diana Turbay hace más de 25 años. Ella creyó que iba a entrevistar a un jefe del Eln, y terminó en las garras de Pablo Escobar, de las que no saldría con vida.

Pensar con el deseo y negar la evidencia son algunos de los mayores pecados de un líder. El Presidente y otros voceros del Gobierno pasaron buena parte de la semana aferrados a la versión del trabajo reporteril de Salud en la zona, como causa de su incomunicación. Y eso a pesar de nuevas grabaciones en poder de los militares, que hablaban de una disputa entre dos frentes ‘elenos’ por cuál se quedaba con la periodista.

Y a pesar también de que el lunes dos equipos de cámara de RCN y Caracol, que cubrían la noticia, fueron raptados y los de Caracol, liberados luego, contaron sin margen de duda que había sido el Eln. El jueves, por boca del titubeante Mindefensa Luis Carlos Villegas, el Gobierno dijo por fin lo que toda Colombia sabía: que Salud y sus colegas estaban en poder del Eln.

Por el camino y sin escribir una línea, Salud logró que el país –tan afectado a veces por esa misma negación– tomara conciencia de la situación del Catatumbo, una región donde los cultivos de coca se triplicaron desde que el Gobierno dejó de fumigarlos, por una concesión hecha a los líderes campesinos durante el paro agrario del 2013, el mismo del que Santos había dicho que no existía.

Entre ese año y el 2015, gracias al abandono de las fumigaciones, los cultivos en el país crecieron de 48.000 hectáreas a más de 90.000. En el Catatumbo, las últimas cuentas hablan de 10.000, un verdadero mar de coca que, hecho cocaína, sale con facilidad hacia Venezuela. Los frentes del Eln en la zona están popochos y por eso poco les inquieta poner palos en la rueda a la mesa de negociación con el Gobierno, cuyo inicio ha sido anunciado en vano varias veces desde el 2014. No les importa secuestrar, pues asumen que al final los perdonarán, como casi siempre ocurre en este país.

La región donde se llevaron a Salud es, gracias al Eln, una de las zonas más minadas de Colombia. Por los civiles y militares mutilados allí, en su columna Salud les había dicho “ratas” a los del Eln. Tres días antes de su secuestro, milicianos de ese grupo se lo recordaron en El Tarra, según relato de ‘las2orillas.co’.

Por fortuna, el rechazo unánime del secuestro al que se unió desde La Habana el mismísimo ‘Timochenko’ –quien habló más claro que el balbuceante Gobierno– empujó al Eln a soltarla. Pero eso no quitará que estuvo secuestrada, como ella misma les dijo a sus captores, según contó el viernes. Tampoco quitará que el Gobierno pretendió, durante varios días, que el tal secuestro no existía. Ni mucho menos borrará que, desde el 2013, el Gobierno abandonó el Catatumbo a su suerte.

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