Entre manos: La mentira en la habana

El presidente Santos y las farc siguen presentado su comedia ante los ojos del mundo; por los resultados de las últimas encuestas, en las cuales a ambos les va muy mal, razón más que primordial, aprovechando la visita del Papa Francisco, asestan un golpe político con la anunciada firma de aplicar la “justicia transicional”, burlándose de la comunidad internacional y de paso, de los colombianos, aplaudiendo una contemplación inexistente, para ganar simpatía y adhesión con miras a las elecciones del próximo 25 de octubre. La mentira la usan como un deporte; el pueblo quiere la paz, pero  hay miedo, frustración, dolor, heridas del alma, hay soberbia, hay dolor de patria por tanto engaño.

Hoy, más que nunca, podemos ver sin lugar a dudas, que la máscara con que accedió al cargo el presidente Santos, ha ido cayendo y ahora no es más que el rostro de un malhechor que habiendo estudiado por cuenta del estado en el exterior, aplica todo a sus intereses personales, empujando al que sea al precipicio para lavar las estigmas que lo acosan, y surgir como el redentor, que junto con sus camaradas de las farc, quieren rehacer la nueva era stalinista, cubanochavista: paredón y mazmorras.

Los jefes del secretariado, siempre han mantenido en su mentes las argucias del marxismo leninismo; lo único que buscan es el poder, les importa un bledo el pueblo, son narcisos, de ahí que en ese izquierdismo trasnochado cabe muy bien el presidente Santos, quien posiblemente utilizará ahora las facultades extraordinarias para entregar a Isagén y mediante argucias lavar el dinero de las farc, producto del narcotráfico y secuestro y además utilizará todas las herramientas habidas y por haber para entregarles el país.

Si el presidente Santos hubiese cumplido con su primer programa de gobierno sin haber traicionado al pueblo, los narcotraficantes terroristas, violadores, secuestradores, estuviesen concentrados en Caracas, Quito, o en la selva colombiana y de seguro ya hubiesen firmado la paz, pero así como están las cosas, con más de tres años viviendo y disfrutando en las playas de Habana barrigones y descansados, además protegidos con el dinero de los colombianos, no tienen afán.

De extrema gravedad para el presidente Santos su estrechón de manos con Timochenko en la mesa habanera; no le va a recuperar credibilidad, todo lo contrario; esa farsa hace sentir más nauseabunda su retórica.

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