Glosas al señor Presidente

Imaginamos un gran gobierno de Santos y nos salió al revés, es un ejercicio inocuo.

El señor Presidente se pregunta si alguien podría imaginarse un gobierno encabezado por su primo Francisco Santos, o que qué sería de Colombia en manos de Pachito, el que tiene “sida en el alma”, el más chistoso rival que un presidente-candidato podría tener porque vencerlo –sugiere–, sería pan comido. ¿Imaginar? Pero si es que imaginamos un gran gobierno de Santos y nos salió al revés, es un ejercicio inocuo.

El señor Presidente –si a hablar de mentiras vamos– dice que todas las guerras terminan en tratados. Se imagina uno a las tropas aliadas tomándose a Berlín para sentarse, Truman, Stalin y Churchill, a negociar con Hitler. Y al general MacArthur firmando un acuerdo con Hirohito en vez de la rendición del Japón. ¿Será por esa distorsión histórica que algunos, hace poco, se atrevieron a teorizar que pactar con las Farc se asemeja a la reunificación de las dos Alemanias?

El señor Presidente dice que no se debe hacer política con el Ejército. Me da mucha pena traerlo a colación, pero el paso de su hijo por esa arma no resultó tan ejemplarizante como creímos en principio. El Ejército fue utilizado para cumplirle un sueño al niño como si se tratara de regalarle un crucero por el Caribe a una quinceañera. Fue grotesco detener el desfile militar del 20 de julio, rompiendo todos los protocolos, para que el Mandatario, en pose de dictador, bajara de la tarima a darle un beso al baby boy. Eso no se ve ni en Corea del Norte. Además, el muchacho desfiló con el Bacoa, una fuerza élite a la que él no pertenece y fue condecorado como el mejor cadete sin serlo. Como si fuera poco, el hijo del Ejecutivo se dedicó a opinar sobre política a través de su cuenta de Twitter, actividad que les está prohibida a los militares. Sí, con las FF. AA. no se debe hacer política ni se las debe tratar con deshonor. ¿Qué tal la manera de justificar la muerte de soldados, a manos de las Farc, con eso de que todas las guerras producen muertos?

El señor Presidente dice que las armas que iban en el barco norcoreano no venían para las Farc. Que está “loco” el que diga eso. Bueno, debe ser que él estaba en Londres cuando ocurrió lo de El Karina, o cuando el M-19 acuatizó un avión lleno de armas en el río Orteguaza, o cuando un avión de Jordania dejó caer, sobre la selva del Guainía, un alijo de 10.000 fusiles que Vladimiro Montesinos les consiguió a las Farc. ¿Esas también son invenciones de locos?

El señor Presidente dice que parará los diálogos si ve que las Farc los usan para fortalecerse militar y políticamente. Cualquier colombiano sabe, ve y entiende que los diálogos de La Habana resucitaron a las Farc, que Santos le insufló oxígeno –boca a boca– a una fiera moribunda, y que la actitud de las Farc no demuestra, propiamente, un ánimo genuino de reconciliación. Entonces, ¿por qué el Presidente finge que ve voluntad de paz en las Farc y se resiste a levantar manteles de una buena vez?

El señor Presidente dice que Colombia está ad portas de una “segunda independencia”, acotación que debería observarse con horror. Las ‘gestas’ independentistas no suelen ser más que un cambio de dueños; así, pasamos del dominio español a manos de oligarcas criollos. Y viendo esa enorme lista de mercado que reclaman las Farc, no queda duda de que esa frase del Primer Mandatario es el triste preludio de la entronización gloriosa del socialismo del siglo XXI a nuestra Patria. ¿Será por eso que Santos había advertido que pasaría a la Historia como un traidor de su clase, la oligarquía, los actuales dueños del edificio?

El señor Presidente nos tilda de enemigos de la paz, el pueblo lo rechifla y los terroristas cantan “quizás, quizás, quizás”…

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