Grandes y chicos

No sobra recordar un par de cosas ahora que se propone una reforma a la elección del Senado de la República, en la cual se mantiene la circunscripción nacional para 89 curules, se da una curul a once departamentos con menos de 500.000 habitantes y dos a las minorías étnicas. La reforma se basa en el hecho absurdo de que debido a la circunscripción nacional actualmente hay 13 departamentos sin representación en el Senado y otros están sobre representados con respecto a su población. Pero la propuesta parece una incompleta fórmula aritmética de compensación que desaprovecha la oportunidad de corregir un error histórico de la Constitución de 1991 que olvidó la tradición de autonomía de las provincias colombianas, cuya representación en el Senado fue el precio mínimo que se pagó por la unificación nacional en la Constitución de 1886.

De las cinco constituciones que hubo entre 1830 y 1886, sólo la de 1843 fue centralista, en un país en guerra civil donde el gobierno conservador de Alcántara Herrán buscaba el control militar y político del territorio. Las demás, la de 1832, 1853, 1858 y 1863, buscaban la autonomía de las provincias, tanto que la última, acordada en la Convención de Rionegro, estableció los Estados Unidos de Colombia, los cuales se daban su propio gobierno, sus propias rentas y su ejército, mientras el gobierno central se ocupaba de la defensa nacional, la legislación penal, la moneda y las relaciones internacionales. Los Estados Soberanos eran: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima. Es cierto que el resultado de ese experimento fue la continua guerra civil, pero indicaba un poderoso deseo de autonomía.

Esos Estados Soberanos se convirtieron en departamentos en la Constitución de 1886, formulada con el principio de la descentralización administrativa y la centralización política, que luego de 60 reformas llevó al virtual marchitamiento del poder departamental y al poder absoluto del centralismo. El golpe de gracia fue la elección del Senado por circunscripción nacional establecido en la Constitución de 1991. Para entonces ya había 32 departamentos y el Distrito Capital, segregados, en ocasiones por puras razones políticas, de los antiguos Estados Soberanos. Sólo del Estado Soberano del Cauca, que era medio país, salieron 11 departamentos, y de Bolívar 5.

La constitución de 1886 tuvo una fuente importante en la Constitución de Filadelfia de 1787, que conformó un Senado donde todos los Estados estaban igualmente representados, sin importar su tamaño, condición indispensable para configurar la Unión Americana. Hoy se eligen dos Senadores por cada Estado. La Cámara en cambio, es la representación del pueblo y se elige por circuitos electorales, de acuerdo con el tamaño de la población, así que los Estados más grandes tienes un mayor número de Representantes. Esa fórmula excepcional se copió más o menos en 1886 en Colombia, de modo que todos los Departamentos estaban representados y los períodos de los Senadores eran el doble del de los Representantes. Hoy cuando hay crisis universal en los partidos políticos y ni las regiones ni la gente se sienten representadas en el Congreso Nacional, es un verdadero desperdicio desaprovechar la oportunidad de volver a tener un Senado realmente representativo de la Nación, como en sus orígenes. Eso sí sería volver al equilibrio de poderes.

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