HIJOS PARA LA GUERRA

Nuestro Presidente, acostumbrado a cañar como jugador de póker, organizó la partida por la paz en forma clandestina, bajo la dirección desacertada de su hermano Enrique. A cada lado de la mesa de negociaciones de La Habana se arrimaron las sillas, llegaron los jugadores y se repartieron las cartas.

La partida se ha alargado y se torna peligrosa. Atemorizan las declaraciones de los representantes de las Farc. En el pavoroso comunicado del jefe “Timochenko”, con motivo de los 50 años de las Farc, mencionó diez requisitos para lograr la paz total, la cual no se alcanzará antes de diez años de posconflicto, siempre y cuando, entre tanto, nos convirtamos al socialismo bolivariano. Condicionó él, además, para “entregar las armas de las Farc, que el país le entregue el poder”. En conclusión, la paz de Santos en La Habana es un anteproyecto de paz casi imposible de realizar.

Algunas de tales pretensiones, despojadas del lenguaje enmarañado de “Timochenko”, son: Democratizar el Estado por medio de una reestructuración total de este, donde ellos puedan participar efectivamente en todos los puntos a continuación. Reducir las Fuerzas Armadas, o sea, ‘desmilitarizar la vida social’, como exige el ‘incomprendido’ “Timochenko”. Nacionalizar empresas y suprimir el mercado libre. Expropiación de tierra en el campo y en las ciudades. Creación de las zonas de reserva campesina con nueve millones de hectáreas, ¿gobernadas por las Farc? Abandono de nuestro modelo de libre empresa por uno de planeación centralizada. Restablecer la soberanía colombiana integrándonos al Alba para oponernos al Imperio.

Ante semejantes metas, resolvió el Presidente candidato preguntarnos por la televisión a los colombianos si prestaríamos a nuestros hijos para la guerra y concluyó sugiriendo que tan solo los hijos de los pobres terminan siendo sacrificados en el conflicto colombiano. ¿Por qué no pregunta Santos si aceptaríamos que criminales impunes nos dicten las leyes en el Congreso? Que pregunte si prefieren  los secuestros de sus niños para las filas de las Farc. O que los esclavicen las Farc en las zonas de reserva campesina.

La polarización del tema del servicio militar obligatorio se interpreta como un primer paso claro de Santos para  iniciar la desmilitarización de la vida social. “La paz con condiciones de Óscar Iván Zuluaga puede resultar algo más compleja, pero es más segura”.

El Presidente candidato ha afirmado para tranquilizar al país que él juega por la paz. Olvida que la paz es el resultado que todo buen gobernante debe presentar al finalizar su mandato. En países como el nuestro, donde la población creció más rápido que las posibilidades de los colombianos para crear oportunidades de educación y de empleo, su paz depende en gran parte de la Justicia y de la presencia de las fuerzas del orden por doquier. El país teme que no le garanticen la paz las concesiones ya pactadas y ocultas en La Habana. Y menos aún, las que aprobaría Santos en su segundo mandato.

¿Se juega con el futuro? ¿Se está abriendo la puerta al socialismo bolivariano disfrazado de paz? La partida no ha terminado, ¿podremos cambiar al jugador que apostó sin nosotros y que ha dividido el país en amigos y enemigos de su paz a cualquier precio, votando de nuevo por Óscar Iván Zuluaga?

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