Incredulidad y desconfianza

Continúa la farsa de la guerrilla de las Farc respecto de los niños que tienen reclutados a la fuerza en sus filas. Los jefes guerrilleros desde la comodidad de La Habana, anuncian, como si fuera gran cosa, la devolución de los menores de 15 años que, en sus palabras, están “refugiados” en los campamentos terroristas.

No me cansaré de insistir en que la guerrilla no solo debe devolver a todos los menores sino que debe, así mismo, suspender la práctica del reclutamiento de menores, delito considerado acertadamente como de lesa humanidad. Desde que empezaron las conversaciones en Cuba, la guerrilla ha continuado el reclutamiento de niños a lo largo y ancho de la geografía nacional.

Tampoco queremos que devuelvan a los menores de 15 años, sino a los menores de 18 años. Todo aquel que no haya llegado a la mayoría de edad legal de Colombia es considerado niño y su reclutamiento es un acto lesivo a los derechos humanos y ofende a la humanidad, tal y como ha ratificado en diferentes oportunidades la Corte Penal Internacional.

Resultan altamente indignantes las palabras de la terrorista holandesa Tanja Nijmeijer quien aseveró que los menores que serán devueltos se encuentran refugiados en los campamentos de la guerrilla. Ellos no están allí por gusto ni por necesidad. Ellos fueron llevados contra su voluntad, sus vidas fueron truncadas, fueron separados violentamente del seno de sus hogares, desarraigados de manera agresiva y convertidos a la fuerza, en esclavos sexuales, en asesinos, en criminales.

La responsabilidad de quienes han ordenado el reclutamiento de menores no es prescriptible, ni puede ser considerada como un delito conexo al de la rebelión. Arrancar a un menor de su casa para llevarlo a la guerra es un crimen que merece ser castigado con toda severidad.

En días pasados propuse en una audiencia pública que tuvo lugar en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes, que el 11 de agosto de este año sea el día de la devolución de todos los menores que están en las filas de los grupos armados organizados al margen de la ley. Que en esa fecha el 100 por ciento de los menores puedan abrazar nuevamente a sus padres, a sus hermanos, que tengan a partir de ese día la oportunidad de rehacer sus vidas.

Colombia no puede ser tolerante con quienes truncan la vida de los niños, asesinando su inocencia para convertirlos, repito, en criminales. Tampoco podemos permitir que haga carrera la tesis de la terrorista holandesa según la cual aquellos menores que están en las Farc son unos refugiados. Matizar la gravedad de un delito es igual de grave que cometerlo.

Y el Gobierno no puede convertirse en un cómplice al aceptar las condiciones que ponen las Farc. Eso significa que la delegación negociadora que encabeza el doctor De la Calle debe ser inflexible y exigir que la devolución de los menores debe incluir a todos aquellos que no hayan cumplido18 años.

Ninguna confianza me merecen los anuncios pomposos de los terroristas y menor confianza me despierta la actitud pasiva y complaciente del Gobierno que pareciera estar embargado por el miedo cuando de hacer exigencias concretas a los guerrilleros con los que dialoga en Cuba se trata.

Creeré en los anuncios de la guerrilla cuando cumplan sus ofertas. Hasta ahora, todo lo que han dicho ha sido un sartal de mentiras. Creeré en los anuncios de la guerrilla, el día que tengan el coraje de aceptar que han violado de manera sistemática los derechos de los niños colombianos a los que ha reclutado forzadamente. Mientras eso suceda, mi actitud seguirá siendo la misma: incredulidad y desconfianza frente a esos delincuentes.

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