La absolución de Teodora

Lo hemos repetido con insistencia en esta columna: las personalidades a quienes se les presuma cualquier vínculo con las Farc, el Eln o demás criminales que dicen cometer actos de terrorismo en nombre de la izquierda, el comunismo, el castrochavismo o como quieran llamar a esa delincuencia organizada, narcotraficante y mafiosa, adquieren un fuero especial en Colombia que les permite revestirse de una gran inmunidad que, a la postre, termina en la mayor y vergonzosa impunidad.

Hoy la Corte Suprema de Justicia considera que perdió la competencia para procesar a Piedad Córdoba (La Negra o Teodora de Bolívar), por el hecho de haber perdido su fuero y su calidad de Congresista de la República, y le compulsa copias a la Fiscalía General para que investigue si tiene vínculos con los terroristas de las Farc y si es corresponsable de delitos de lesa humanidad.

¿Tendrá realmente vínculos Teodora con estos despiadados? ¿Se habrá prestado para sus maquinaciones, sus desalmados procederes, sus delitos inhumanos o sus secuestros selectivos? ¿Habrá mantenido comunicaciones secretas, contactos subterráneos, correspondencia sigilosa o cualquier otro tipo de nexo con los terroristas?

Podríamos asegurar que los únicos ciudadanos que dudan de la existencia de estos vínculos, son algunos Magistrados de las Altas Cortes que prefirieron desconocer las pruebas encontradas en los computadores de Reyes y otros abatidos jefes criminales, que hacer justicia mediante su valoración y cotejo. Porque para el resto de colombianos es absolutamente claro que hablar de Teodora es hablar de las Farc; que hablar de La Negra es hablar de connivencia con el crimen organizado, el secuestro, el narcotráfico y el terrorismo; que hablar de Piedad Córdoba es hablar del descaro de la justicia colombiana y de la debilidad de jueces y magistrados ante la presencia del poder del crimen organizado.

La propia Procuraduría General de la Nación, cuando inhabilitó a Piedad Córdoba por 18 años para ejercer cargos públicos, afirmó que se había "prestado para promover una estructura criminal jerárquica", acusación bastante fundamentada e irrefutada en el tiempo, que no sorprendió a ningún colombiano, pero que tampoco pareció tener relevancia ante la Corte Suprema, ni mereció pronunciamiento alguno ni aceleración del proceso. Simplemente parece haberse asumido como algo sabido, conocido, reconocido y normal. ¡Claro! Porque, repito, se trata de vínculos con los criminales de las Farc.

Por menores acusaciones; por insignificantes denuncias o insinuaciones; por direccionadas y muchas veces infundadas confesiones; por delaciones presionadas, preconcebidas y falaces; o por simples sospechas puntuales y confeccionadas de nexos con el paramilitarismo hay gran cantidad de personas encartadas, procesadas o condenadas. ¿Habrá justicia en el trato, equidad en los procesos o igualdad ante la ley? ¡No! La justicia en Colombia -que debería ser ciega en todos los casos- tiene una tendencia a ser benévola en extremo para el terrorismo que dice ser de izquierda, y una severidad alarmante para quienes proceden en su contra.

Basta ver cómo arremetió Iván Cepeda en contra de Álvaro Uribe Vélez en la primera sesión del Senado de la República, y cómo armó su pataleta (igual a las de Petro) cuando le negaron en plenaria la posibilidad de hacerle una especie de juicio irregular a su adversario. Pero él sabía que se saldría con las suyas y removió cielo y tierra hasta lograr su cometido. ¡Y el país permaneció callado! ¿Qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido al revés? ¿Cuáles hubieran sido los pronunciamientos de las Altas Cortes, de algunas aliadas Ong internacionales, de las propias Farc y demás terroristas, si la propuesta hubiera sido la de enjuiciar a Cepeda por sus presuntos vínculos con el terrorismo de izquierda? ¡Habría estallado el país!

De manera pues que, tristemente, podemos presumir que después de una vergonzosa farsa -esta vez en la Fiscalía-, Teodora saldrá absuelta para regocijo de las Farc y sus socios en el Congreso de la República y las Altas Cortes colombianas. ¡Y se habrá cumplido otro de los cometidos del terrorismo, como es el de demostrar su poder ante la ley y sus efectivos métodos de amedrentamiento, chantaje y penetración en los más altos poderes del Estado. ¡Ojalá me equivoque!

* * *

Andrés Mauricio Gil Rodas fue un hombre de televisión que destellaba por su discreción, su carácter y su don de gente. Nos acompañó en el programa De Frente, desde su primera emisión, y en otras tantas actividades lúdicas y humanas. Celoso de su trabajo; empeñado en los pequeños detalles; dedicado a la perfección de sus imágenes; y siempre alegre ante la vida, era una perfecta compañía en el callejón de la Plaza de Toros de Manizales. Recuerdo con alegría, entre muchas aventuras, su comportamiento al extremo profesional en Santafé de Ralito, cuando fuimos a hacer la entrevista histórica y exclusiva con Ernesto Báez en medio de los acuerdos de paz con los grupos paramilitares colombianos. Hoy nos lo arrebata la violencia y cae a manos de criminales urbanos que merecen ser castigados con todo el rigor de la ley. El "Coco" se nos adelantó un poco en ese inevitable sino de la muerte. ¡Paz en su tumba!

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