La Impostora

Conocí a Natalia Springer en el estudio del programa radial Hora 20. Aquella noche, ella llegó agobiada por el fuerte trancón que tuvo que padecer. Mientras nos narraba su incomodidad soltó, como quien no quiere la cosa, que ella se movilizaba en un vehículo con placas diplomáticas. Creyó que dicho comentario deslumbraría a quienes la oíamos. No sucedió por una razón elementalísima: los allí presentes, con excepción obvia de Néstor Morales, habíamos sido en algún momento de nuestras vidas funcionarios diplomáticos.

Natalia Springer fue una “estrella” que empezó a brillar en el firmamento de la opinión pública colombiana en plena administración del presidente Uribe. De la noche a la mañana convirtióse en una feroz analista de la realidad política nacional, emitiendo duros y muchas veces injustos señalamientos contra quienes orgullosamente hacíamos parte del gobierno del presidente Uribe.

Esgrimía sofisticadísimos títulos académicos con los que encantó a más de uno. Su nombre acompañado de los pomposos apellidos Springer Von Schwarzenberg fue carnada para que muchos cayeran en la vieja trampa de dejarse embaucar por un extranjero. Es algo muy colombiano creer que si el médico es de otro país, su dictamen será mucho más acertado que el de aquel que nació en nuestra tierra.

Desde diferentes vitrinas y escenarios, la señora Springer se erigió en “juez” que impartía condenas contra el uribismo a diestra y siniestra. Recubría el veneno de sus señalamientos con el manto de autoridad emanado de su supuesto bagaje académico.

Encandilados por su preparación y profundas raíces europeas, muchos periodistas consultaban la calificadísima opinión de la “doctora Natalia Springer”.

En otra charla que tuve con ella, esta vez vía chat, Natalia estuvo horas enteras contándome de sus profundas convicciones religiosas y de su vasto conocimiento de Dios gracias a su preparación como teóloga de mano del los jesuitas. Descubrí bastantes imprecisiones y me di cuenta que en materia teológica es más lo que ella se inventa que lo que sabe.

Se trata de una mujer con una personalidad bastante compleja. Presume de su noble linaje austriaco por vía materna, pues los Von Schwarzenberg son una casa de rancio abolengo que data del siglo XVI. Ella, muy orgullosa de ser una descendiente de la princesa Eleonore, no tenía ningún problema en abrazar cariñosamente a personajes como León Valencia, sanguinario comandante “Gonzalo” del Eln, o ser intima de Iván Cepeda y Claudia Nayibe López.

Fueron muchas las veces en las que a mis amigos del uribismo les confesé que algo no me cuadraba en la historia de ella. El tiempo me ha dado la razón.

Hace unos meses, un ciudadano cualquiera, indignado por la manera injusta y desproporcionada con la que Natalia me trataba, me reveló que el verdadero nombre de ella es Natalia Lizarazo. El amable corresponsal, frente a mi sorpresa, se limitó a pedirme que investigara.

Antes de empezar a halar la cuerda recordé los casos más emblemáticos de imposturas que ha tenido nuestro país. A mediados del siglo XX, en los principales círculos de Bogotá se movía un tinterillo hijo de madre soltera y con abultado prontuario criminal. Gracias a su habilidad e infinita capacidad inventiva, logró hacerse pasar por un exitoso abogado. Aquella fachada le valió para estafar y cometer toda suerte de crímenes. Ese era el “doctor” Nepomuceno Buenaventura Matallana Matallana.

Todos alguna vez en nuestras vidas hemos oído hablar de la historia del Embajador de la India. Un muérgano que fingiendo ser el representante del gobierno de aquel lejano país tramó y se burló durante varias semanas del departamento del Huila que se paralizó por cuenta de la visita de tan ilustre personaje.

Con ese par de ejemplos en mente emprendí la tarea de descubrir, como si de un juego se tratara, la trama que hay detrás de la personalidad de la distinguida Natalia Springer Von Schwarzenberg.

Empecé por revisar su hoja de vida, colmada de pomposos títulos de universidades de diferentes rincones del planeta. Establecí contacto con algunas de ellas y encontré cosas que llaman poderosamente la atención.

En su currículo, Natalia se presenta como experta en Derecho Internacional Humanitario gracias a sus estudios adelantados en el International Institute Humanitarian Law de la ciudad de San Remo en Italia. En efecto, la doctora Springer estuvo allí, pero atendiendo un curso de 13 días – del 9 al 22 de julio de 2001-. En dicho paseo académico, Natalia pudo visitar el museo de la Cruz Roja, pasear toda una tarde por Ginebra, hacer una excursión por el golfo de San Remo y, por supuesto, conocer la ciudad antigua. En honor a la rigurosidad, debo decir que hubo tiempo para el estudio con jornadas académicas de 2 o 4 horas diarias.

Esa es la preparación que la doctora Springer acreditó para suscribir los multimillonarios contratos que hoy nos tienen indignados a todos los colombianos.

También me comuniqué con la universidad de Viena, donde ella dice haber realizado un doctorado en Mecanismos de Justicia Transicional. El dicho claustro académico me remitió la referencia sobre la disertación de Natalia. Ahí encontré dos sorpresas: la primera es que ese trabajo trata el post-conflicto en el Perú y la segunda es que fue escrito en inglés y no en alemán.

¿Una descendiente austriaca con profundas raíces en la nobleza de dicha nación cómo es posible que no escriba en alemán? Aquel interrogante afianzó mi creencia de que tal vez ella era más criolla de lo que todos nos imaginábamos.

Buscando por aquí y por allá, descubrí que en la notaría décima del círculo de Bogotá estaba el secreto mejor guardado de Natalia Springer Von Schwarzenberg.

El 9 de febrero de 1999, ante el notario Sergio Franco León, compareció la ciudadana Natalia María Lizarazo García, mayor de edad y vecina de Bogotá. Invocando un decreto de 1970, solicitó que ese despacho procediera a suprimir sus apellidos Lizarazo García para ser reemplazados por Springer como único apellido.

Allegó un documento manuscrito –por demás, redactado a la carrera- con el que sustenta su solicitud. Dice allí que ha contraído nupcias con el ciudadano austriaco Alexander Paul Springer Krennmayr y solicita que el trámite sea hecho con celeridad dado que ella y su esposo tienen una muy delicada situación de seguridad que los obliga a salir de Colombia cuanto antes. Se habían casado pocos días antes en una sencilla parroquia del municipio de Madrid, en Cundinamarca.

Aquel día en esa notaría “murió” Natalia María Lizarazo García quien nació el 20 de mayo de 1974 en el Hospital San José, frente a la plaza España de Bogotá ¿Sus padres María Magnolia García Usma y Juan Bautista Lizarazo Dávila fueron enterados de la decisión de su hija de cambiar su identidad?.

Modificarse el nombre está permitido por las leyes colombianas. Hace parte del fuero interno de cada quien simular ante el mundo que sus ancestros están en tierras remotas o que sus apellidos provienen de tal o cual casa real europea. Lo que no está permitido por la ley es utilizar apellidos que no estén debidamente registrados. Por eso causa curiosidad el segundo apellido que ostenta la señora Springer. En la escritura que he mencionado, en ninguna parte figura el Von Schwarzenberg. Es imposible que lo haya agregado con posterioridad puesto que la modificación del nombre, tal y como se lo manifestó el notario décimo a Natalia, “se realiza por una sola y única vez”.

La cadena de embustes de la señora Springer parece infinita. Sus jefes durante muchos años en RCN y El Tiempo no tenían ni la menor idea del verdadero nombre de su colaboradora. La mayoría de sus títulos académicos no son más que el resultado de breves cursillos que claramente no proveen la experticia que requieren misiones tan delicadas como las que le ha encomendado el Fiscal General de la Nación.

¿Podemos estar tranquilos los colombianos de que la responsabilidad de la esquematización de los hechos de violencia de los últimos años le sea delegada a una persona que ha atendido cursos de pocos días y ostenta un doctorado cuya tesis versa sobre temas relacionados con el Perú? Angustia sobremanera que tan delicadas tareas hayan recaído en manos de alguien que durante todo este tiempo ha simulado ser quien en efecto no es. El caso de la mitómana doctora Springer oscila entre lo psiquiátrico y lo penal.

Alguna vez volví a coincidir con ella en Hora 20. Estábamos en el sótano de Caracol abordando nuestros respectivos vehículos –el de ella con placas diplomáticas, por supuesto- y mirándome fijamente me dijo: “el problema del uribismo, es que está construido sobre mentiras”.

Que este episodio sirva como lección para ver si por fin los colombianos dejamos de deslumbrarnos frente a personas que supuestamente provienen del otro lado del mundo y cuyos simulados conocimientos van a ayudarnos a salir de nuestros problemas.

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