La paz: proceso confuso y difuso

La iniciativa de dialogar sobre la paz en Colombia entre el gobierno y las Farc salió de las entrañas mismas del estado y su Presidente Juan Manuel Santos. De ahí que la guerrilla haya sido motivo de un rescate político. Su altivez y exigencias en la mesa de negociaciones provienen de esta forma como fue convocada.

¿Con quién negociamos la paz?

Las Farc son la guerrilla más antigua del mundo. Sus mandos actuales son, en su mayoría, la segunda generación de sus militantes, ya que algunos de sus fundadores históricos han muerto de viejos, lo cual dice que esta guerrilla podría morir de tiempo y no de revolución armada. Su origen se encuentra en el Partido Comunista Colombiano que data de 1930 y que comenzó a trabajar con los sindicatos obreros en una época de industrialización incipiente y más centrada en talleres artesanales..

La etapa denominada “La Violencia”, 1948-1953, entre liberales y conservadores que duró hasta el gobierno  de facto del General Gustavo Rojas Pinilla, dejó sembrada la semilla de la guerrilla comunista que no  entregó las armas e inició una labor colonizadora en las tierras marginales del Huila y el Tolima (Marquetalia, Riochiquito) donde tomó el nombre de “autodefensas campesinas”, nombre que en la década de los años 80s asumieron los grupos de los hermanos Castaño Gil  que también fueron calificados como “paramilitares”.

Las Farc han tenido un desarrollo que cambió la ecuación marxista ortodoxa que daba prelación al Partido ( el partido del proletariado urbano) bajo esta consigna: el partido dirige al fusil. Con el correr de los años y dados los cambios tácticos sufridos con la división internacional del comunismo al aparecer el maoísmo y la revolución cubana, 1959, la dirección del proceso estratégico revolucionario invierte los términos por los cuales el fusil dirige al partido. Las Farc, como una organización de base agrarista, adopta la tesis de la guerra popular prolongada, GPP, en lo estratégico. Y en lo táctico la combinación de todas las formas de lucha, lo que equivale a decir, la utilización de las formas legales de la democracia burguesa (las elecciones, las alianzas, las huelgas, el sindicalismo, los organismos estudiantiles, etc.) y las formas ilegales como la lucha armada guerrillera y sus delitos de lesa humanidad como el secuestro, reclutamiento de menores, las minas anti personas o quiebrapatas, etc.

No olvidemos que simultáneamente a la maduración de las Farc, aparecen otras guerrillas que tienen origen en  rupturas al interior de la Farc como el EPL (maoísta) y el M19 (la primera que asume el bolivarismo y el espacio urbano, al menos en sus comienzos). Solo el ELN tendrá su punto de partida en  el modelo castrista y su héroe simbólico será el Che Guevara, no obstante la hibridez cristiano-marxista que lo lleva a captar a sacerdotes como Camilo Torres, Domingo Laín y su penúltimo comandante Manuel Pérez.

Dos características son importantes en las Farc, señaladas por analistas como Daniel Pécaut y Jesús A. Bejarano, asesinado por las FARC dentro de las instalaciones de la U. Nacional en Bogotá: la longevidad, que se la proporciona su disciplina militar y la formación ideologizada y dogmatico estalinista de origen partidista. Y su cohesión a pesar de sus vínculos con el narcotráfico, tan disolvente como se ha observado en las organizaciones criminales de esta índole que determina confrontaciones y fracturas mortales entre sus componentes, como los casos de Colombia y México, que sirven de ejemplo. Sin embargo, será el proceso actual que se debate en La Habana el que mostrará cuánto es el grado de unidad interna de las Farc cuando avancen sobre el tema.

¿Qué negociamos en los diálogos de La Habana?

La iniciativa de dialogar sobre la paz en Colombia entre el gobierno y las Farc salió de las entrañas mismas del estado y su Presidente Juan Manuel Santos. De ahí que la guerrilla haya sido motivo de un rescate político. Su altivez y exigencias en la mesa de negociaciones provienen de esta forma como fue convocada. Las Farc recuperaron la presencia y el mito internacional que habían perdido por la acción de la seguridad democrática.

La agenda de las actuales negociaciones se concertó bajo el precepto de la confidencialidad, aprendizaje obtenido en la escuela de los fracasos sucesivos de paz. Abierta la compuerta de los diálogos para buscar una paz duradera y sostenible, las Farc han dado muestras de obtener en la mesa una amplia gama de concesiones que superan lo que, al menos en la opinión pública, se suponía contenía la agenda básica de los diálogos.

Acrecentada por el reconocimiento hecho por el gobierno y por el respaldo obtenido por diversos actores internacionales, las Farc alcanzaron un estatus de igualdad frente al estado colombiano y aplican su renovada personalidad político-militar en una mesa de negociaciones donde ellos no tienen límites en el tiempo ni en las propuestas complementarias, mientras el gobierno está limitado en el tiempo del período presidencial y las normas de una democracia reglamentada. Una negociación que conduzca a la ausencia de conflicto armado y de la violencia política presunta no depende solo de la agenda sobre los cambios sociales y políticos, sino que debe estar avalada por las fuerzas políticas, sociales y militares, es decir, por la correlación de fuerzas que graviten en la mesa del debate por la paz. Es ahí donde las Farc deben considerar si están en condiciones de obtener la “revolución negociada”, o si su correlación de fuerzas militares y políticas solo les alcanza para el reformismo agrario. Más aún, una negociación que no tenga como propósito final la desmovilización y la reincorporación a la vida civil de sus combatientes ilegales, es jugar a la convivencia transitoria y propiciar un escalonamiento progresivo, en el futuro cercano, de la confrontación.

¿En cuál punto de la agenda arden ahora las hojas de la paz?

El Secretariado del Estado Mayor de las Farc, con motivo del aniversario de la muerte de Tirofijo, su comandante histórico, expidió un documento (Marzo 26-2013) que describe los aspectos fundamentales de sus propuestas y aspiraciones en los diálogos en La Habana y que permite calibrar el momento en que se encuentra la Comisión negociadora del gobierno de Juan Manuel Santos, momento crucial que  llevó a aplazar las reuniones conjuntas de las dos partes por tres semanas. Este pronunciamiento del Secretariado traslada la discusión de la mesa en La Habana, a los campamentos de la más alta dirección miliar de las Farc. Si la Comisión negociadora y Presidente Santos ahondan en la interpretación de este comunicado, descubrirán que se encuentran ante una enorme carga de argumentación fariana que condiciona sustancialmente la paz a los criterios que se infieren de las siguientes afirmaciones del Secretariado:

“ Dentro de este marco, no es para nada realista pretender que las conversaciones entre gobierno e insurgencia, para poner fin al conflicto y sentar las bases de una paz estable y duradera, no toquen para nada el modelo económico, el carácter del régimen y las principales políticas del gobierno; pero además trasluce la pequeñez y la recortada idea que tiene la clase dominante, como una fijación, de lo que es la paz de la nación: Rendición incondicional de las guerrillas, entrega de las armas, sometimiento a sus políticas, todo a cambio de dos o tres puestos en el Congreso, el paseo por unos meses de un comandante en el cargo de ministro de trabajo o de salud, unas cuantas promesas y hasta unos años de cárcel para los principales líderes de la insurgencia nos anuncian y listo.

¿Ingenuidad o cinismo? Tal vez las dos cosas. Ingenuidad porque terminaron creyendo sus propias mentiras y soñaron con llevar a la Mesa, una guerrilla derrotada, desconectada de la realidad, carente de propuestas e iniciativa política. Cinismo porque pretenden descargar sobre los hombros de la insurgencia la responsabilidad del conflicto, presentando al Estado terrorista como víctima y la resistencia popular como victimario.”

En otras palabras, las Farc persisten en obtener en la negociación lo que nunca alcanzaron con las armas. Lo dice el Secretariado, máxima instancia de la guerrilla: 1. No entregarán las armas. 2. No son victimarios, sino víctimas del estado colombiano y sus élites gobernantes. Por lo tanto no irán ante los jueces, no pagarán con cárcel sus crímenes y en consecuencia no dirán la verdad de sus actos ni resarcirán a las víctimas. 3. No se transarán por cargos públicos ni por curules preferenciales en el Congreso y es deducible, aunque no lo dice el comunicado, que su objetivo es una Asamblea Constituyente que cambie el modelo económico, las instituciones democráticas actuales y la Fuerza Pública.

¿Cómo va a cumplir el gobierno con las Farc?

Para obtener un acuerdo que no rebase el mes de noviembre de 2013, fecha que tácticamente ha señalado el Presidente Santos, las exigencias de las Farc sobre sus dirigentes y mandos de la guerrilla, para que sean amnistiados, indultados y perdonados,  deben ser sometidas a un proceso de legitimación, es decir, de impunidad sobre los delitos de lesa humanidad, los crímenes de guerra, los delitos atroces y, por ende, la ineficacia en los derechos de las víctimas. Se deriva de allí otra aspiración de las Farc: participar en las elecciones de 2014.Para obtener estos fines se explorarían algunas vías.

La expedición de una ley estatutaria con base en el Marco para la Paz, el acto legislativo que abriría alguna puerta, y que daría al Ejecutivo determinadas capacidades jurídicas de excepción.

La denuncia o retiro del Tratado de Roma, para sustraerse del ámbito de la Corte Penal Internacional.

Someter el acuerdo de paz a un Referéndum.

Convocar a una Asamblea Constituyente, punto sobre el cual más insisten las Farc.

“Someter los acuerdos de La Habana a una decisión popular es una apuesta política audaz y muy arriesgada. Si se aprueba, legitimaría de forma inapelable el proceso. Si no, sería un salto al vacío”, decía el editorial de El Colombiano el 17 de marzo. 

Para la refrendación popular de eventual acuerdo con las Farc, el gobierno tiene que llegar a consensos internos previamente. Ese es un escollo de hondas proporciones, pues se trata de unir las voluntades de los partidos, la Iglesia, y los ex presidentes Uribe, Pastrana,  Belisario Betancur, Samper y Gaviria.

Un acuerdo solo con la guerrilla de las Farc no es solución, aunque se sume a ese acuerdo el Eln. Llegará un momento en que se proclame “la paz para todos o la paz para ninguno”. Y quizás así logremos una paz nacional, mediante un instrumento de los enumerados. Pero ese puente tendrá que construirse con buenos materiales y mejores ingenieros, porque de lo contrario se caerá el puente y los que queden vivos continuarán en la guerra.

* Ensayo para la revista del Colegio de Jueces y Fiscales.

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