La sordera del orejón

Las Farc señalan de “venenoso” nuestro editorial del 26 de noviembre y de estar “obsesionado con la continuación del conflicto armado”. Ni lo uno ni lo otro. Fue una opinión basada en hechos concretos.

Las Farc afirmaron ayer, a las 6:00 a.m., a través de la red social Twitter, “@elcolombiano De una vez por todas dejen el veneno a un lado”.

Esa guerrilla, que exige “medios alternativos y no monopolios periodísticos”, debe respetar ahora y en el futuro la libertad de prensa, la diversidad de opiniones y la distancia informativa entre la realidad, los hechos, los personajes y los discursos oficiales. Por ahora parece incomodarle que el periodismo cumpla su tarea, por supuesto sin que sea ella la que dicta los titulares y los párrafos. La independencia crítica, en últimas, le molesta, le talla.

Además de los trinos, las Farc publicaron un comunicado, “desde las montañas de Colombia”, intitulado El editorial del 26 de noviembre en El Colombiano. Apareció en la página que el grupo guerrillero creó para registrar los sucesos en torno al proceso de paz en La Habana (ver contraposición editorial).

“EL COLOMBIANO ataca doblemente el proceso de paz y sus avances”, cuestiona el texto aparecido este domingo 29 de noviembre.

Lo primero sería aclarar que este diario ha sido favorable a una búsqueda negociada del conflicto armado, y en particular frente a los diálogos que adelantan en Cuba las delegaciones del Gobierno y las Farc. Así dan cuenta de ello los editoriales, ya copiosos, escritos los últimos tres años, en el caso específico del proceso de búsqueda de terminación del conflicto armado durante el gobierno Santos.

Lo que ocurre es que este periódico no ha querido ser ventrílocuo de los comunicados oficiales escritos por las partes, de manera conjunta o separada. Pobre servicio le prestaríamos a una democracia en construcción, necesitada de verdades y análisis que vayan más allá de las lecturas, los registros y las informaciones redactadas en los despachos de los negociadores. Fin del conflicto, por supuesto que sí, pero no a cualquier precio para la sociedad, el Estado de Derecho y la institucionalidad.

El reciente pronunciamiento de las Farc lo recibimos con alerta por tratarse de un interlocutor aún armado y en la ilegalidad que, tal y como lo dijera Naciones Unidas en un par de trinos de su Oficina para los Derechos Humanos en Colombia, no está preparado para los intensos y extensos debates y exámenes democráticos:

“Es necesario que integrantes de las Farc -junto con otros sectores del país- asuman su deber de respetar las ideas diferentes”. Otro mensaje de la ONU les pedía a las Farc respetar los derechos humanos, entre los cuales está, ¡claro!, la libertad de expresión.

Pero hay más en este mensaje intimidante de las Farc: aseguran que El Colombiano se alejó de la misión oficial que visitó la vereda Orejón y que “para no contaminar su texto, decidieron trabajar en solitario, quedándose obviamente por fuera del contexto. Hubiera sido mejor hacer parte de él”. Y agregan que este diario incluso se abstuvo de escuchar a su jefe negociador alias “Pastor Alape” y a otros protagonistas de la jornada.

Nada más distante de la realidad: la misión de El Colombiano a Orejón, que llevó dos días y un recorrido por cinco veredas de la zona, para escuchar numerosas fuentes, la cumplieron dos periodistas por tierra y otro más en el helicóptero oficial. Dos de ellos estuvieron en la rueda de prensa, incluso registrados en las fotos del “informativo insurgente” de las Farc. Y, hoy, este diario publica, in extenso, una entrevista con Alape y “Benkos Biojó”, hecha precisamente aquel día en Orejón.

Que la comunidad haya denunciado que en Orejón aún hay sectores con minas terrestres, que el apoyo del Gobierno a esa comunidad rural no ha tenido la intensidad requerida y que las Farc siguen controlando los cultivos de hoja de coca en la región, son quejas recibidas de manera directa de líderes comunales y campesinos. Que las fotos en la zona mostrasen un territorio plagado de cocales en el que Gobierno y Farc llevan ocho meses trabajando no es una invención ni una entelequia informativa.

Hay una máxima de este oficio que resume bien la labor de la prensa: “el amo absoluto del periodista es el hecho concreto”. Y en ello nos basamos para opinar con libertad que en Orejón, aunque hay un desminado destacable, la realidad de un cambio para desactivar el conflicto armado aún está a mitad de camino.

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