Las lágrimas del silencio y ‘la paz’ de las farc

“En un modelo de justicia transicional como el que plantea Colombia, nadie mejor que las víctimas para esclarecer la historia y ayudar a encontrar el equilibrio entre justicia y paz, lo cual también constituye un buen escudo ante los posibles reparos del acuerdo en la justicia internacional.” (1)

“Las víctimas tienen la palabra”

Editorial de El Tiempo 8 de junio de 2014

El Tiempo y la Silla Vacía, al igual que otros medios, han recogido en detalle el encuentro de las familias de los diputados del Valle con los cabecillas de las Farc. Lágrimas de parte y parte que le han dejado a los familiares la convicción de un genuino arrepentimiento, pero… ¿Existe el propósito de enmienda como resultado de ese arrepentimiento? Esa es la cuestión. ¿Y qué sería ese propósito? Yo sugeriría que no causaran más dolor y daño a Colombia. 

Decía George Sand que Dios, quien muestra nuestras lágrimas a nuestro conocimiento, y que, en su inmutable serenidad pareciera que no nos tiene en cuenta, ha puesto Él mismo en nosotros esa facultad de sufrir para enseñarnos a no querer hacer sufrir a los otros. Y, para demostrarnos que conocía el dolor, encarnó como hombre y murió; pero le dio un sentido máximo a su muerte, al morir por nosotros. Quizá por eso sea estratégicamente rentable para muchos marxistas no creer en Dios. 

Un crudo testimonio de uno de los personajes presentes en esa reunión, Pablo Catatumbo, el más nervioso de todos, el que pidió perdón a nombre de las Farc, lo brinda Henry Acosta Patiño en su libro “El hombre clave” (pág. 43) Según él, Catatumbo es reacio a brindar honores a sus muertos pues dice que esas son vainas de los ‘chulos’ y se resistía a hacerlo con “Giovanni 56”, un guerrillero caído en combate con los paramilitares. Ante la insistencia de sus compañeros se acercó al cadáver entre cuatro velas. Narra Acosta: “Catatumbo, como la mayoría de los comandantes de las Farc, es ateo. Tomó el cadáver por la cara y le dijo: “Gracias por haber ofrecido tu vida a la causa de la revolución. Nos vemos en el Averno.” Ese es un ateísmo bien trágico; se le hace normal creer en el infierno donde está el diablo, pero no en Dios. Le recomiendo a Catatumbo que busque en internet el testimonio completo de Gloria Constanza Polo quien sobrevivió a un rayo en la Universidad Nacional, bajó al infierno, que no es la ficción literaria de la Divina Comedia como cree Catatumbo, y regresó por la gracia de Dios para dar testimonio.

Por otra parte, la invocación “Brille para ellos la luz perpetua” no es invento de los curas. Hace parte de la costumbre del buen morir de los lamas tibetanos quienes guían al moribundo a través de los fantasmas y demonios creados por la culpa del pecado en la mente y conciencia del ser humano que en su dimensión es tan ‘real’ como una pared. La liberación que sintieron los presentes fue auténtica. La ciencia ha comprobado la persistencia de la conciencia después de la muerte. Si Catatumbo lee “Consciencia – Más allá de la vida” (Editorial Atalanta) del cardiólogo ateo, holandés, Pin Van Lommel, va a encontrar un gran reto para su paradigma mental. Durante más de veinte años el médico ha seguido la experiencia de personas que, declaradas clínicamente muertas, han vuelto y narrado lo que experimentaron. Y si puede encontrar en Argentina “El experimento Delpasse” (Editorial Martínez Roca) podrá comprobar que enfermos terminales entrenados para comunicarse, una vez fallecidos podían encender televisores, como señal inteligente de que estaban ahí. No podían hacerlo de la manera habitual porque sus cerebros estaban ‘apagados’ ‘descompuestos’ Muchos lo hacían horas después de fallecidos. Entonces, los muertos de mala manera acosan la conciencia de sus asesinos. 

En esa reunión los ojos, como testigos del alma de las víctimas, buscaban las almas de los victimarios; es decir, era la verdadera confrontación por el perdón; la exigencia del pago moral, por el daño. Al pago legal, la cárcel verdadera, como sabemos, le maman gallo. Sin embargo, al pagar la culpa en la cárcel, por crímenes reales, hay redención. ¿Pero quién puede creer en la redención si no cree que es una creatura de Dios?

Por otra parte, ¿Entendemos el daño causado? ¿Por qué lloramos? Por el dolor, desde luego. ¿Qué nos duele? Lo sabemos según la sensibilidad de nuestra conciencia que así lo identifica. Pero… más profundamente ¿Qué es lo que identifica nuestra conciencia, pero no podemos expresar? Nos duele el alma desgarrada. Eso solamente lo conocen quienes han pasado por esa ordalía. Nos duele porque descubrimos, de un totazo, un inmenso dolor desconocido que permanece en sufrimiento; nos quitaron, entre otras cosas, la posibilidad de amar, de manera tangible, real, como certeza; nos quitaron la alegría. A la víctima asesinada le arrebataron el DERECHO a la vida biológica; a la familia víctima le cercenaron el DERECHO A AMAR, lo que convierte la vida biológica en humana; y le dejaron la mayor de las oscuridades: el odio. ¿Porque pagan así los de las FARC al universo que los sostiene? El Amor es el PRINCIPAL DERECHO HUMANO, inalienable, no exigible, porque es el origen de lo creado, es supuesto, viene con la vida libre, que es una oportunidad, pero no está registrado en la LISTA DE LA ONU. ¿Será por eso que no existe para las FARC, sino para su pequeño círculo de amigos? Comenzamos amando de a pedacitos, para una vez crecido el amor como un árbol, esa hermosa e inexplicable realidad cobije a todos. Pero las Farc han desforestado el alma de Colombia. Quien pretenda gobernar tiene que entender que no es posible hacerlo, si la gente sabe que su CÍRCULO DE INFLUENCIA POSITIVA solo cubre sus intereses ideológicos.

¿Entienden ahora Iván Márquez, Catatumbo, Joaquín Gómez, Ricardo Téllez, Victoria Sanguino, ellos, como personas individuales, no las FARC, lo que hicieron supuestamente a nombre del pueblo? Redujeron el círculo de influencia del bien. ¿Sienten, si es que sienten de verdad, ese mismo dolor en relación con las mentiras, estafas, secuestros, violaciones, reclutamiento, bombardeos? Los actores de Hollywood son maestros en el arte sentir y llorar; hacen parte de las audiciones; han aprendido a manejar los lagrimales evocando emociones; pero la intención ética es diferente. Pero, si esas lágrimas farianas fueron sinceras ojalá sean el resultado emocional de sentir IMPOTENCIA ante la verdad desoladora de su comportamiento. Y ojalá sientan esa misma orfandad moral ante la DESOLACIÓN POLÍTICA Y HUMANA que su ideología marxista infunde en la inmensa mayoría de la humanidad. Si el marxismo produjera ALEGRÍA, BONDAD todos seríamos comunistas. Pero ellos mismos lo pregonan: el ODIO DE CLASES ES SU NEGOCIO. El blog comunista cántabro “Odio de Clase” despliega como lema: “Maldito burgués, el odio es mutuo.” Y EXHIBE una frase de Lenin que define su estrategia sobre la paz: “El pacifismo y la prédica abstracta de la paz son una forma de embaucar a la clase obrera para que no se rebele contra su agresor.”

Pero entonces ¿cómo explicaría Vladimir Illich el Premio Lenin de la Paz? Quiso competir con el similar Premio Nobel. El soviético era entregado anualmente a individuos que hubieran contribuido a la causa de la paz entre los pueblos. En sus inicios fue el Premio Stalin de la Paz, pero con el desprestigio del dictador, pusieron a Lenin, otro igualito. Robaban a los intelectuales y artistas de izquierda y derecha al asociarse con su prestigio para posarlos en el ‘olimpo’ de la ‘elite de avanzada’. En 1954 se le otorgó a Baldomero Sanín Cano; en 1983 a Luis Vidales; en 1990 a Nelson Mandela y a decenas de otros, entre ellos Fidel Castro. ¿Quién recuerda ese premio? Y de pronto se le acabaron los fondos morales de la paz leninista y dejó de otorgarse en 1990. ¿Lo revivirán para otorgárselo a las Farc y Santos? En abril de 1951 el Senado norteamericano publicó el informe “La estrategia de paz de la Unión Soviética para vencer y desarmar a los EE.UU.” Desde ese entonces los camaradas han infiltrado la mayoría de ‘movimientos sobre la paz’ a partir del Consejo Mundial para la Paz fundado con ese propósito. Es la misma estrategia de las Farc; yo la llamaría: “El juego democrático de la paz para acceder al poder en Colombia.”

En ese contexto político, que no se puede ignorar, muchas personas toman las lágrimas de los cabecillas como ‘arrepentimiento’. No lo es. ¿Se arrepienten de la ideología que originó el crimen? No lo creo. Cuando un cura un pastor, un rabino o un imán ofenden a un menor, muchos dejan esa religión. Son congruentes con su experiencia; no renuncian a su creencia en Dios, pero sí al grupo o religión que administra la creencia. De igual forma el socialismo como ideología tiene administradores que avergüenzan el ideal socialista. Y esos gamberros ideológicos, las Farc, son la vergüenza para la izquierda caviar. Por eso con las Farc, la ‘paz’, el ‘perdón’, la ‘reconciliación’ aunque personalmente puedan exhibir gestos individuales auténticos, no dejan de ser una TÁCTICA COYUNTURAL Y POLÍTICA, lo que les quita su validez ética, por lo tanto su credibilidad. Es una calculada estrategia probada con la editorial que cito arriba, alcahueteada por ciertos miembros del estamento ‘burgués’.

Arrepentirse no es llorar, solamente; puedo llorar porque me pillan y siento vergüenza. Los de las Farc vivían a sus anchas porque nunca antes habían confrontado la verdad de las víctimas de manera brutal, sin maquillajes. El que, a distancia, los llamaran asesinos los molestaba como lo hacen los mosquitos. Pero la confrontación cara a cara de Cali fue como el mordisco de los cocodrilos que lloran cuando engullen a sus víctimas. Estaban nerviosos porque ahora sus víctimas eran reales y porque sabían que las estaban utilizando. Confrontarlas es parte de lo acordado en La Habana; no es el resultado de una acción espontánea de arrepentimiento. Por eso Santrich cantó: “Quizás, quizás, quizás”, porque en ese momento no estaba acordado; o no existía la disposición para hacerlo. ¿Se arrepintieron de pronto por la gracia de Dios?

En el griego original de los evangelios ‘Metanoia’ se tradujo como ‘arrepentirse’. Pero significa ‘cambiar de mente’; el ‘cambiar de mente’, de conducta, de actitud, es el requisito para encontrar a Dios a través de la verdad que con ese cambio nos hace libres. La veracidad es decir y prometer solo según lo que sabemos y vivimos, no lo que especulamos, o nos conviene. Es vivir lo que se siente; es tener voluntad y sentir a Dios Padre con la voluntad. El camino para la veracidad es la sinceridad y la honestidad. Sinceridad es pensar en el bien. Expresar nuestras intenciones con claridad. Honestidad es amar y sentir lo que se piensa. Decir solamente lo que sentimos. Vivir en la verdad del bien. Para que lo anterior sea REAL se necesita un CAMIBIO DE MENTE, buscado, luchado, conseguido por la voluntad dispuesta a la guía de Dios. Eso es arrepentirse. Si ese cambio de mente ocurre, entonces no podemos secuestrar, violar, reclutar niños, etc.; o pretender gobernar sin estar preparados; no se puede usar la paz como estrategia para el poder, utilizando el anhelo de paz de las personas confiadas. Ese cambio no es el resultado de un acuerdo político, sino de una convicción radical de la voluntad de optar por el bien. Por lo tanto, la ‘no repetición’ desde esa perspectiva real, honesta, no está garantizada por el Acuerdo Final.

Las Farc dicen que el asesinato de los diputados fue un error. Eso es una ambigüedad; porque hay varias clases de errores. En griego la palabra error es la traducción de ‘hamartia’ que significa ‘errar el blanco’; también se tradujo como pecado, que es un error trágico que afecta el cuerpo de la víctima directa, el alma de todos y la sociedad. Hay errores de ignorancia azarosa y de disposición moral, admitidos como tales, después de ser descubiertos. Y las Farc pretenden que su ‘error’ se asimile con el error que comete el bueno, el soldado, el héroe que no merece su caída y que genera empatía; esa es la diferencia ética entre los ‘errores’ de los asesinos profesionales y los de los héroes de la patria. Pero cometer ese ‘error’ a conciencia, al tergiversarlo, no asumir la responsabilidad moral y legal, es ser MALO. Y lo cometieron y sostuvieron a conciencia porque quisieron inculpar al Ejército, admitiendo ellos en Cali que dizque fue un ‘fuego amigo’ o, como dicen en su argot, ‘se estrellaron’ entre ellos mismos. Por eso le preguntó Diana Echeverry a Joaquín Gómez: “¿Por qué lo mataron?, ¿por qué fueron tan malos…?” Y es la misma pregunta que les hace el país por todos sus actos de maldad. ¿Afrontarían un juicio en televisión? ¿No son ellos partidarios de los juicios y condenas populares? No nos dejemos embaucar por el término genérico de guerra o conflicto que todo lo justifica políticamente. El encuentro en Cali fue un blindaje contra la intervención de la CPI y lloré en silencio por mis compatriotas engañados, cuando leí la noticia del encuentro.

Lloré en silencio porque con las víctimas de Cali, Bojayá y las que vienen recordé el comentario de lo imaginado por mi sobrino parapléjico, víctima de las Farc, baleado en un templo de Puerto Asís mientras oraba, el sábado 4 de septiembre de 2004 a las 6:30 de la tarde, quien me recordó el escrito del editorialista arriba citado y me dijo: “Entonces a las víctimas se nos da la palabra, somos tenidas en cuenta, no porque haya misericordia en relación con nuestro sufrimiento, sino porque somos buenas como escudo legal ante la posible persecución de la justicia internacional contra las Farc y el gobierno. Si el editorialista dice que se cierran espacios a la impunidad, ¿cuál es el temor ante la justicia internacional? Él mismo duda que la guerrilla tenga verdadera voluntad de justicia. Por lo tanto somos utilizados para crear un simulacro de justicia.” Tuve que callar. (Leer el relato completo en: FCPPC “El caso de Óscar Aja Martínez, o la manipulación del miedo y la esperanza de las víctimas y la sociedad. El escudo legal contra la justicia internacional que protegería a las Farc” Publicado el 11.06.2014) (1)
Lloro en silencio porque las ‘reconciliaciones’ son el andamiaje televisivo del Acuerdo Final. No lo digo yo, lo dice el editorialista de El Tiempo. Yo lo señalo y lo descubrió mi sobrino Óscar Aja Martínez con su dolor inmóvil, silencioso, resignado.

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