Los militares, humillados por secuestro y liberación de Alzate

"A la peor cagada en la historia del Ejército que fue el secuestro ahora se suma la peor humillación de la historia que es la liberación" dice un general que pertenece a la la cúpula de las Fuerzas Armadas. Hasta allá llega el malestar en las Fuerzas Armadas hoy, cuando el general Rubén Darío Alzate está cerca de quedar en libertad.

Aunque desde el 2010 Santos le ha dado a los militares muchas concesiones para mantenerlos alineados con el proceso de paz, esa relación no ha sido fácil desde que llegó a la Presidencia. Sobre todo porque muchos oficiales y soldados no están de acuerdo con negociar con las Farc, y el malestar ha ido creciendo.

El secuestro de Alzate, un suboficial y una abogada en el Chocó el sábado pasado aumentó esa molestia. Las Farc, sin una demostración de fuerza, se ganaron el papayazo de tener en sus manos un general, algo que no había ocurrido en sus cincuenta años de historia.

Esa molestia creció aún más el miércoles pasado, cuando se anunció que había un acuerdo entre el Gobierno y esa guerrilla para liberar a los secuestrados.

También está detrás del nuevo impasse en la liberación en el que las Farc y el Ministerio de Defensa se acusan mutuamente de ser responsables de la demora en la liberación, mientras los campesinos de la región dicen que hay combates.

“La molestia es porque no participaron en nada de las negociaciones de la liberación,” explica una fuente cercana al Ejército. “Nadie sabe mucho de nada. Ni en qué van ni cuando va a ser. Y piensan que las Farc van a salir fortalecidas con todo esto.”

Muchos militares sienten que el honor, que es central en la vida militar, fue mancillado. Primero por Alzate, con quien muchos están indignados y luego, cuando lo liberen por la 'magnanimidad' de la guerrilla.

Como los militares activos no suelen expresar su descontento (porque otros elementos centrales de la vida militar son la obediencia y la no deliberación política), eso se nota más fácilmente entre los retirados.

“Los militares estamos sorprendidos por la situación creada por el General Alzate. No hay explicación lógica para que este individuo se haya servido en bandeja a los subversivos,“ dice un almirante retirado cercano a Acore, el gremio de los oficiales retirados.

Otros van más allá, como muestra una carta del general retirado Marino Gutiérrez Isaza, muy activo en Acore, al director del gremio, General Jaime Ruiz Barrera. En ella Gutiérrez pone en duda que realmente haya habido un secuestro y, con varias preguntas, muestra que cree que todo fue un montaje para relanzar el proceso y para el que se habría prestado Alzate.

En privado, los activos tienen una posición similar aunque más matizada.  “Muchos hablan de humillación, están indignados con la situación y no creen ni en Santos ni en el proceso. En privado se refieren muy muy mal a Santos, y dicen que por él están perdiendo la guerra pero son conscientes que deben acatar lo que se ordene,” explica una fuente del mundo militar.

Según cuatro fuentes que conocen ese mundo por dentro, todo este episodio tiene bravos o tristes incluso a los moderados, porque está extendida la sensación de que una cosa es aceptar que se dialogue con las Farc y otra que el Ejército quede primero en ridículo por el secuestro de un general en bermudas y luego maniatado para rescatarlo por un acuerdo de liberación con la guerrilla.

Y todos coinciden en que si la liberación se da en medio de cámaras y con protagonismo de figuras que son muy rechazadas, como Piedad Córdoba, la molestia puede crecer.

Las embarradas de Santos

A corto plazo  todo el episodio es positivo para Santos porque muestra un proceso consolidado y le permite mostrar que estar negociando con las Farc ya trajo un resultado positivo (la liberación de los cinco secuestrados). Pero a mediano plazo se mantiene el problema de la molestia de los militares.

Aunque el descontento de un sector de los militares con Santos no es nada nuevo, el Presidente no ayudó en la coyuntura del secuestro.

Una de sus primeras reacciones, cuando se confirmó que había sido secuestrado, fue pedirle cuentas en público al ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón y al Comandante de las Fuerzas Militares, General Juan Pablo Rodríguez, por los actos de Alzate.

Aunque al pedirle cuentas a Alzate Santos se podría haber sintonizado con los oficiales indignados por el aparente error de Alzate, al poner en la mira y vía un trino al Ministro y al militar activo de mayor grado borró esa posibilidad. Eso sin hablar con la molestia que produjo el que hubiera criticado a Alzate justo cuando acababa de ser secuestrado.

Santos citó a una reunión de la cúpula militar en el Ministerio de Defensa, donde les dios espacio para mostrarse a cargo de la situación. Al salir de ella, en lo que nuestro bloguero Carlos Cortés llamó hablar de paz desde el cuartel de la guerra, el domingo a finales de la noche Santos anunció la suspensión de los diálogos.

Con esa decisión, la foto con la cúpula militar y el haberle dado la palabra a Pinzón para que éste dijera que los únicos responsables del secuestro eran las Farc, Santos pudo haber calmado las aguas entre los militares.

Pero duró poco. El lunes festivo sí se reunió con los encargados de los diálogos que había suspendido, y el martes en lay tarde se supo del acuerdo que habían logrado los garantes para que las Farc liberaran a los secuestrados.

Ese acuerdo mostró la fortaleza del proceso de paz y fue la movida más eficaz para salvarle la vida al general y a sus acompañantes secuestrados pero también reforzó las molestias de los militares con Santos.

Encima, encaja en la narrativa uribista que reivindica a los militares.

Esta semana la bancada del Centro Democrático en el Congreso no solo salió a criticar a Santos y a defender a los militares sino que apareció con carteles que decían #NoMásHumillaciónANuestrosHéroes con lo que se posicionó una vez más como la representante de la visión de los militares y le sigue quitando espacio a Santos entre ellos.

A futuro

Después del secuestro y el golpe para la imagen de las Fuerzas Armadas, para muchos militares la manera de limpiar su honor era mediante una operación de rescate exitosa. Esta permitiría reemplazar la imagen de descoordinación por el secuestro a una de heroísmo y capacidad operativa, como la de que dejó la Operación Jaque.

Pinzón no logró convencer a Santos de que optara por este camino, con lo que fracasó como embajador de los militares (la principal función que ha asumido desde que se posesionó en el cargo), quienes sin embargo lo siguen apoyando porque se la está jugando por sacar adelante una reforma al fuero penal militar que les conviene.

Frente a Santos y la opinión pública, Pinzón también quedó debilitado. No sólo por el regaño público sino porque, según le contaron dos fuentes a La Silla, en la reunión con la cúpula el sábado por la noche el presidente regañó, ya en privado, a Pinzón y a los militares. La Silla no pudo confirmar eso con alguno de los asistentes.

En cualquier caso, la reacción de Pinzón al secuestro fue lanzar una operación de rescate en el Chocó, algo que es apenas natural. Pero lo llamativo es que esas operaciones no se suspendieron cuando Santos presentó el acuerdo para la liberación de las Farc: seguían adelante aún el viernes a finales de la tarde, tres días después de que se supiera que habrá liberación.

Hoy, mientras en Arauca se logró avanzar en la logística para liberar a los dos soldados retenidos allí, en el Chocó se discute aún si los operativos que mantienen los militares en el departamento son de rescate (como argumentan las Farc para explicar por qué no han enviado las coordenadas) o de rutina (como argumenta el Viceministro de Defensa Jorge Enrique Bedoya).

Eso mantiene con vida la posibilidad de que los militares se anoten un éxito, pero pone en riesgo la operación para liberar al General Alzate y sus dos acompañantes. Y pone en riesgo sus vidas.

En principio quien puede parar las operaciones es Santos, quien ha dicho que la liberación ya está en marcha. Una vez ordene que se suspendan las operaciones de rescate, va a cerrar del todo la ventana para Pinzón y los militares.

A pesar de que el Ministro está debilitado y el Presidente muy caído con los militares, la molestia no llega a convertirse en ruido de sables o de golpe de Estado. Pero a algunos sí les preocupa que un grupo marginal pueda intentar alguna acción desestabilizadora.

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