Me siento ultrajada

Como colombiana, me siento ultrajada con lo que está ocurriendo a mis compatriotas en la frontera venezolana; así nos sentimos todos los colombianos y muchos venezolanos que tienen sus raíces en Colombia o son nuestros amigos.

Siento verdadero dolor cuando veo las fotos de gente humilde huyendo, como si fueran criminales, de la persecución ordenada por Nicolás Maduro contra ellos. Me duele ver a mujeres cargando niños y empujando otros a cruzar a pie, con el agua del río Táchira hasta la cintura. Su miedo y angustia me producen furia. Es desconcertante ver a los hombres huir con los pocos ‘corotos’ que pueden llevar amarrados a su espalda, abandonando la mayoría de sus pertenencias en manos de los enviados por Maduro para desalojarlos.

Pero más me duele y enfurece la tímida respuesta del presidente Juan Manuel Santos que, como siempre, apenas sí se atreve a enfrentar a Maduro, quien desde el día de su posesión como presidente de Venezuela es considerado por él como su “mejor amigo”.

¡Caramba, que si le faltan pantalones a Santos! ¿Cómo reaccionaría cualquier otro presidente de América Latina, a un maltrato así contra su pueblo? Con seguridad, con más convicción y arrojo. No se trata de agredir a Maduro, se trata de defender con valentía a los colombianos.

Pero Maduro bien sabe con quién se mete. Le tiene bien medido el aceite a Santos, sabe que con su supuesto apoyo a las negociaciones de paz en La Habana, lo tiene, como dicen los hombres, “cogido de las…”. ¡Qué vaina!

Maduro descaradamente declaró al comienzo de esta crisis humanitaria creada por él mismo: “(…) vamos a tumbar todas las casas que hay aquí (…) no quedará ni una sola”, se refería a las humildes viviendas de los colombianos al borde del Táchira, río que marca la frontera entre los dos países. Hogares construidos, ladrillo a ladrillo, por sus habitantes desde hace años. Allí residen gentes pobres, que viven de su trabajo, muchos de ellos casados con venezolanos y con hijos nacidos en ese país. ¿Que pasan comida y combustible de un lado a otro? Quizá, pero este comercio informal ha existido en la frontera desde hace décadas. Estos colombianos aman Venezuela y así lo han manifestado. Consideran a ese país como su hogar y tradicionalmente han sido bien acogidos, aún por Hugo Chávez.

Hoy han tenido que salir huyendo, aterrorizados por la presencia de buldóceres ordenados por Maduro para arrasar sus viviendas, destruir sus vidas y, en muchos casos, separarlos de sus familias. ¿Qué clase de persona hace algo así? ¿Qué pretende este hombre, acabar con la hermandad entre colombianos y venezolanos?

Se cree que esta es la retaliación de Maduro por la posible extradición a E. U. desde Colombia de dos importantes personajes del Cartel de los Soles, el poderoso cartel de narcotraficantes que dicen dirige Diosdado Cabello ¿Es miedo de Maduro y Diosdado a lo que estos hombres dirán en E. U. de sus compinches?

Cual sea su motivación, esto le ha salido mal a Maduro. Internacionalmente ha quedado como el tirano que es. El rechazo es general.

Ojalá Santos cumpla con las promesas hechas a los desplazados y no sean estas otras promesas incumplidas.

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