Pa» ningún Pereira

Las Farc no tienen verdadera voluntad de paz. ¿Por qué esa obstinación de algunos para negarse a aceptar la realidad? ¿Qué debe ocurrir para que el Gobierno acepte que este proceso no tiene rumbo?

Es triste decirlo, pero por más que uno intente ponerle buena fe y trate de confiar a ciegas en los negociadores del proceso de paz que discurre en La Habana, no encuentra de dónde asirse para argumentar que el asunto marcha bien.

Hasta se puede intentar una audacia intelectual como la de considerar que los malos resultados del Gobierno en las encuestas son injustos, y que se trata, simple y llanamente, del obvio resultado de una fotografía captada en el instante en el que el país ardía de descontento por cosas totalmente ajenas al obsesivo proceso con las Farc.

Pero no, cualquiera de esos esfuerzos se derrumba ante la tozudez de los hechos. Si no les queremos creer a los plenipotenciarios negociadores de la subversión, que a diario amplían su pliego de peticiones y reiteran que no van a pedir perdón, ni a pagar cárcel, ni a entregar armas y otras lindezas de ese estilo –reclamando lo ancho del embudo para ellos y lo estrecho para los demás–, deberíamos escuchar a gentes que, pudiendo atracar con ese barco en puerto seguro, desertan, se lanzan a los ‘tiburones’ que siempre han oído decir que se los comerán.

Una de esas gentes es Medardo Maturana, alias el ‘Negro Tomás’,un ideólogo de las Farc que se acaba de desmovilizar y que de entrada soltó esta perlita sobre el proceso de paz: “En lo profundo, sabemos que ese proceso no va a llegar a ningún Pereira, porque están dialogando, pero, por otro lado, la orden es conseguir armas como la punto 50 y otras pesadas para la aviación”.

Es decir, don Medardo confirmó sin ambages lo que todos percibimos, en el sentido de que las Farc no tienen verdadera voluntad de paz. Y, como si fuera poco, denunció cosas como que la organización subversiva está tras las protestas contra la construcción de Hidroituango, y que esa guerrilla tiene condenados a muerte a desertores como ‘Karina’ y ‘Samir’.

Entonces, ¿por qué esa obstinación de algunos para negarse a aceptar la realidad? ¿Qué debe ocurrir para que el Gobierno acepte que este proceso no tiene rumbo? ¿No son suficientes ya las señales, los indicios, las evidencias de que las Farc no tienen voluntad de paz ni ánimo de reconciliación?

Si el ‘Negro Tomás’ no les parece digno de crédito, por ser un desertor –valga decir que las desmovilizaciones voluntarias han sido el más efectivo proceso de paz vivido en el país, con más de 17.000 reinsertados solamente de la guerrilla de las Farc que han sido recibidos con los brazos abiertos como prueba de que los ‘guerreristas’ no pretendemos el exterminio de los terroristas sino del terror–, deberían escuchar con atención las palabras de Nilson Pinilla, magistrado de la Corte Constitucional, pronunciadas en un evento convocado por esa institución en Medellín.

A lo mejor alguien se atreva a acusar al doctor Pinilla de ser un enemigo de la paz o hasta de ser parte de la ‘mano negra’, pero él fue tajante al afirmar que las Farc están aprovechando la negociación para sacar las máximas ventajas posibles, y puso en duda que “estos criminales” dejen “negocios tan lucrativos como el narcotráfico, el secuestro, la minería ilegal (…), cuando verdaderamente no tienen deseos de reconciliarse con la Patria”. Y se pregunta: “¿Qué los pondremos a hacer para que logren mantener un estado similar de ingresos?”.

Llevamos 10 meses de un proceso que –se nos prometió– iba a ser corto. Que sería de meses y no de años, que estaría firmado a mitad de año, que, sin duda, quedaría listo en noviembre… Ahora nos hablan de marzo y los avances son ficticios, meros titulares de prensa. Así, cualquiera puede ver que esto no va para ninguna parte, con excepción de las oscuras aguas del abismo castro-chavista.

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