Que regrese el general Mora

Las voces huérfanas con la ausencia de la mesa de La Habana del General (r) Mora, vienen subiendo.

La levantada de la mesa de La Habana del general (r) Jorge Enrique Mora fue con portazo y todo, en medio de un altercado con otro de los negociadores, el hombre de la estrategia de la justicia transicional, el exviceministro de Defensa Sergio Jaramillo.

Aunque han empaquetado a Mora con el general Naranjo y a ambos les han dado estatus de “ausentes temporales” de La Habana para que el incidente no haga mucho ruido y aparentar que todo es normal, no lo es. El general Naranjo sigue en la mesa. El general Mora no.

El carácter de este último es de fama. Todavía recuerdo cuando, siendo Comandante del Ejército, lo visité para escuchar sus opiniones sobre el proyecto de Ley de Desaparición forzada que rige hoy, del cual fui ponente en el Congreso. Me lo mandó literalmente a la cara desde el otro lado de la oficina. Por lo tanto, no creo que sea la primera vez que Mora choca con sus colegas negociadores. Pero esta vez parece la definitiva. Se fue y puede que no vuelva. El Presidente tuvo que inventarse la extraña figura de que ya no será negociador, sino visitador de batallones militares. Y las voces que se sienten huérfanas con su ausencia de la mesa de La Habana vienen subiendo.

Terminando la semana, tres de sus asesores (dos generales y un contralmirante) renunciaron a su labor, y si se van es porque confirman que él ya no está en la mesa. Acore (de los oficiales en retiro) se sumó a la inconformidad.

¿Qué pudo haber colmado la paciencia del General? Seguramente la decisión cuajada, no en la mesa de negociación sino en la Casa de Huéspedes de Cartagena, de parar los bombardeos contra los campamentos de las Farc. Se la debieron llevar al General ya masticada a la mesa. También debió influir una cierta disposición del Gobierno a aceptar el chantaje inaudito de las Farc de que la única forma de salvar el cese unilateral del fuego que han ofrecido es que el Presidente decrete el cese del fuego bilateral.

He insistido en aceptar la tesis de que la subcomisión técnica de los generales activos en la mesa de negociación es buena, porque resulta incluyente de nuestras Fuerzas Militares en una experiencia de paz de la que por lo general se han visto excluidos en otras partes del mundo. Pero quienes asisten a la negociación –los generales Flórez, Nieto, Rojas, Pico y el contralmirante Romero– son subalternos del Supremo Comandante, el Presidente. O cumplen sus órdenes sin chistar, así no las compartan, o se arriesgan a que los llamen a calificar servicios. Y así debe ser.

En cambio, el hecho de que el general Mora sea un oficial en retiro implica la garantía de que ejerce cierta autonomía e independencia como ciudadano, que no tienen sus colegas activos. Mientras estos no pueden sino cumplir órdenes, Mora tiene licencia para negociar e incluso disentir sin miedo a que lo boten.

Él ha sido muy discreto sobre lo que pasó. Nadie le ha podido sacar una palabra sobre lo sucedido. Solamente me dijo que esperará a que pase Semana Santa “y las aguas vuelvan a su cauce”. O sea que si él quiere volver, volverá.

Como a muchos, a mí me dejaría tranquila que lo hiciera. Queremos la garantía de un general retirado de temperamento fuerte, decano de la guerra y que no es un teórico. ¿Si Mora ha estado presente en la discusión del tema agrario, de las reformas políticas, del punto de víctimas y narcotráfico, no suena absurdo que prescindan de él precisamente cuando se van a tratar los temas militares y lo traigan al país dizque a hacer pedagogía?

Mientras diluyen la ausencia de Mora insistiendo en que su misión en adelante será “socializar” el conflicto, ojalá no sea cierto que el Gobierno está buscando remplazarlo con un general en retiro absolutamente gobiernista, un “yes man”, cuyo nombre me reservo por ahora. Que vuelva Mora.

Entre tanto… El Fiscal lo puede todo. Desde arrodillar periodistas con millonarios contratos hasta silenciarlos a cambio de jugosas chivas que desempolva de los anaqueles de su incompetencia. Así garantiza que soslayen su participación en la crisis de la cúpula de la justicia a punta de abusos de poder y de clientelismo.

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