Que se vayan

No los estoy echando, por el contrario, quiero que se instalen en un sitio seguro, a buen recaudo de la justicia politizada.

Se sabe a quiénes me refiero: a aquellos políticos derrotados de la última campaña electoral; aquellos que fueron lanzados a las tinieblas exteriores, desde la propia campaña, acusados de hackeo, de lo mismo por lo que fue acusado el propio Gobierno, servido por idénticos piratas informáticos.

Colombia vive una crisis de la justicia. La burocratización en los altos estrados, los nombramientos por favores recíprocos y, como si fuera poco, el surgimiento de una Fiscalía arrogante y empoderada, que amplió el espectro legal de sus funciones públicas.

El derecho es ciencia polifacética, de grandes discursos, de literatura servil, de argumentaciones plurivalentes. El conocimiento más profundo de esta ciencia no siempre es útil para esclarecer los conceptos, sino para enmarañarlos aún más y darles sustento a tesis doctrinales en un sentido o en otro, muchas veces contrapuestos. La modernidad es invocada en favor de lo permisivo o de lo más oportuno, según la ocasión.

Ahora se favorecen tesis transicionales, en aras de una paz negociada (y sin duda, necesaria), con el ítem de resultados desconcertantes: es así como aquellos que vienen de la delincuencia no sólo política sino de la común que le es anexa, no importa si delincuencia atroz, resultan favorecidos con la amnistía y el indulto. Por el contrario, políticos opuestos al régimen que se impuso electoralmente con el pretexto de la paz, son perseguidos con saña por sus antiguos contradictores.

De ahí que quienes logran traspasar las fronteras de lo injusto hacen bien en acogerse a esa forma del derecho correctora de todas las parcialidades, cual es el benemérito asilo, territorial o diplomático. Este sagrado derecho nace y rige en el momento en que un Estado asilante lo concede, sin que nadie más pueda entrar a juzgar las razones de esa determinación.

No puede aceptarse que en nuestro país se consagren estilos de justicia acomodados al poder Ejecutivo, en tiránico Leviatán, al modo como se viene haciendo en países vecinos, donde se privilegia el absolutismo de los tiranos.

Bien idos y bienvenidos en sus nuevos refugios aquellos que medios afines al Gobierno bien pueden denominar “fugitivos” o “prófugos”, pero que en realidad son personas protegidas por el Derecho Internacional Público.

Siempre que se habla del derecho de asilo se dice que el caso del que se trata es el de un delito común. Pero en conexidad con el tal delito (aquí es al contrario) está la intención política manifiesta con que se pretende juzgarlo y reducir a prisión al presunto delincuente, constituyéndose en falta de garantías que amerita el asilo político.

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