Santos, las Farc y satanás

A una nación libre y democrática, lo peor que le puede pasar es caer en una dictadura. De hecho, el comunismo lo es; una dictadura, aún con los votos de las urnas a favor del partido. El comunismo es el demonio de la libertad; en Colombia ese engendro de Satanás es hijo de extranjeros, viene de Rusia, llegó a Cuba y a Venezuela, y un santo con aureola falsa pretende entregarle al socialismo del siglo XXI todo el país.

De hecho el socialismo del cual hago mención es comunismo en ciernes, y de esa figura retórica mansa, se pasa al más abyecto sistema de vida, sin libertades, sin iniciativas productivas, sin libertad de prensa y de opinión. El ejemplo de Venezuela es tan evidente, que no se entiende cómo puede el gobierno caer en la trampa de creer que Cuba nos está ayudando a ser una mejor democracia, cuando de hecho ellos jamás lo son.

Venezuela tiene los índices negativos más altos del mundo en todos los aspectos; su economía, sus finanzas, su desarrollo, educación y seguridad, son el caos total. Es obvio que su mentor y beneficiario, Cuba, se vale de la estupidez de sus líderes para lucrarse de su petróleo, que regalado le sirve para sobrevivir. Pero Cuba termina siendo un país satélite del comunismo de Rusia, que expande su imperio aún después de la disolución de la Unión Soviética; los rusos jamás han renunciado a continuar sus propósitos, y se valen de todas las formas de lucha, pero con su fundamento esencial: el poder nace del fusil.

Predican los comunistas la paz cuando se ven perdidos, y continúan la guerra después de un respiro; engañan, mienten, huyen; se reentrenan, se reacomodan y regresan a cada escenario valiéndose de cuanto sea necesario. Hacen guerra mediática, hacen terrorismo, compran conciencias, entrenan abogados, se toman la justicia, azuzan al pueblo al cual después someten y esquilman; logran hacer revoluciones para adueñarse del poder, y después hacen del pueblo todo, un esclavo. Un esclavo indiferente, conformista, lleno de miseria y carente de dignidad.

Entre tanto, países que sacan pecho porque se dicen amantes de la libertad y la democracia, callan; callan ante las bellaquerías miserables de la dictadura de Cuba, y callan ante lo que está viviendo Venezuela. Por una razón simple: no los afecta. Por lo menos directamente, en el plazo inmediato. De ahí la indiferencia de los gringos, o de los mexicanos, y de la mayoría de países de América, de la OEA, que aceptan con su pusilanimidad esta situación. Al fin de cuentas, no tienen vecindario inmediato con Cuba ni Venezuela. Pero Colombia como es obvio, si. El problema por el cual pasa el vecino es tan evidente y significativo, que deberíamos tomar el ejemplo para impedir que nos pase lo mismo.

Pero Santos en lugar de eso, desde el día de su posesión como mandatario de los colombianos, le declaró amor eterno a Chávez y a Maduro, a Fidel Castro, y dedicado a ganar el Nobel de la Paz, se ha venido convirtiendo en el Satán que apoya a las Farc. Santos debería saber que a Colombia le llega la paz, cuando deje el poder; por eso Colombia no cree en sus componendas satánicas. Por eso nadie va a votar más por él. Oración de exorcismo: cuidemos las urnas de la trampa, para evitar que nos vuelvan a robar; fuera santos y demonios, fuera comunismo, fuera Farc.

oscaralbertodiazgarcia@hotmail.com

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