Un año sin avances

El título de la columna hay que atribuirselo al propio presidente Juan Manuel Santos. “Necesitamos avances, porque el pueblo colombiano tiene una paciencia finita, no infinita. La gente quiere ver que podemos avanzar en la mesa para mantener fe en que sí podemos lograr la paz”, dijo, el sábado pasado, refiriéndose a la falta de decisiones en La Habana.

Así es. Sin avances, sin que nada pase en La Habana, sin que sepamos qué están hablando allá y qué concesiones se les están dando a las Farc, la cosa es muy brava, porque los temas trascendentales patinan y patinan, cual Chechi Baena: la justicia transicional, las penas a los cabecillas de la guerrilla, la verdad, la reparación a las víctimas, la dejación de armas. Y eso que Santos juró y perjuró al principio que la paz se firmaba facilito, di tú, máximo, dos años nos tomábamos.

Pregunta: Si se supone que no ha habido en todo el año ni un paso adelante en la búsqueda de la paz ¿por qué Santos dice estar preparado para acelerar las negociaciones? Triste decirlo, pero eso se llama incoherencia. Efectivamente, incoherencia porque el gobierno que no entiende la dimensión del monstruo que tiene al frente y, por consiguiente, se la está dejando montar. ¿Si no avanzo, para qué acelerar? Un carro estancado en un pantanero, donde se llegue a acelerar, lo único que hará es patinar y ensuciar todo a su alrededor.

Eso es lo que está pasando. La guerrilla les está viendo la bobada a los negociadores y como perro viejo ladra echado, pues les caramelean, les hacen moños y se hacen contemplar. Eso se llama bullying habanístico-socialista. A la guerrilla no le queda ni cinco de difícil pasarse por la galleta la añoranza de paz de los colombianos, que entre otros, ya no tenemos paciencia.

A ver… en el tiempo que lleva el proceso de paz, los grandes cabecillas de las Farc han estado más protegidos que un ciudadano del común que día a día se enfrenta a la inseguridad y la delincuencia común. La vida en Cuba ha sido el sueño añorado, usar guayabera cubana en vez de camuflado y chanclas en vez de botas, no tiene precio. Es como si les hubieran dado una Mastercard. Siendo así, “ñanga” que se van a dejar quitar esa oportunidad y, por eso, dilatar es la mejor estrategia que pueden aplicar. Para la guerrilla y especialmente para sus cabecillas, tanta “divinura” nunca iba a ser posible.

Lo triste de esta situación, del año sin avances, es que se abre una puerta inmensa a que el proceso de paz fracase. Hoy, la pseudo-voluntad de las Farc de cesar acciones bélicas se fue al carajo cuando toda Colombia fue testigo de la vil violación a esta promesa con el asesinato de los soldados de la Fuerza Apolo en el Cauca. El gobierno también templó con la reanudación de los bombardeos por parte de las Fuerzas Armadas, y ya cobró cabezas de las Farc en Guapi, Cauca, y en Segovia, Antioquia.

Eso nos lleva a estar a un pelito de que La Habana pase a ser historia como Tlaxcala y El Caguán. Y si le sumamos un presidente desesperado por la poca popularidad que tiene, y la poca credibilidad que en tres años conversando con las Farc ha creado, estamos ante el peor escenario. Ahí sí que caeríamos en el limbo de una paz lejana o una guerra cercana, por culpa de un año sin avances.

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